La Calera Real, algo más que un montón de piedras amontonadas
La mayoría desconocemos que en ese lugar se
levantó la primera industria del país,
en el año 1722, mucho antes
que fuera fundada Mercedes e incluso que
Uruguay fuese el país que es hoy.
La Intendencia de Soriano viene avanzando
en el proyecto de construcción del Museo de la Industria en ese lugar. Una
puesta en valor de un extenso predio ubicado junto al arroyo Dacá. Allí se producía la
cal a partir de la piedra caliza, muy común en la zona, que vía fluvial era
transportada a Buenos Aires.
Una primera etapa de esta obra de puesta en valor del predio
ya se concretó, pudiendo apreciarse las construcciones históricas. Una segunda
etapa será la concretar el Museo de la
Industria.
El Lic. Aparicio Arcaus, responsable de museos de la Intendencia de Soriano en diálogo con @gesor se refirió a
la investigación realizada en dicho lugar en una historia que todavía quedan muchas
preguntas sin responder. Comentando que
el Museo de la Industria “a partir del inicio de esas manifestaciones
industriales que se dieron aquí en la Calera Real, mostrará un poco el riquísimo y diverso
desarrollo industrial que tuvo el departamento, con los saladeros, las fábrica de cervezas, la fidería, los
molinos, las fábricas de jabones. Un montón de manifestaciones que posicionaron
a Soriano en un lugar destacado a nivel de la producción industrial y comercial”.
Para
los que no son de acá, estamos pisando el suelo de lo que fue la primera
construcción importante en esta zona del país, y la primera industria en el
Uruguay. Pero en cuanto a construcciones, acá en el año 1700 no había
absolutamente nada.
-“Exacto. Este lugar marca
un poco territorialmente toda esta zona, porque salvo las trazas originales de
Colonia del Sacramento y de Montevideo, no hay otras construcciones que daten
del comienzo del siglo XVIII, y la Calera Real se remonta a esa época, incluso
es previa a la fundación de Mercedes, la cual fue en 1788, y este lugar ya en
ese momento era la referencia para el territorio. Incluso en documentación de
la época, figura el nombre “Paso de la Calera”. La Calera marcaba
territorialmente toda una vasta zona que iba desde el arroyo de Dacá, que se
encuentra muy cerca, prácticamente hasta el arroyo de Vera. Entonces vaya si
fue un lugar de referencia territorial, además de referencia comercial, en
cuanto a la producción y al envío de cal sobre todo a Buenos Aires”.
Mirando
estas construcciones uno se hace más o menos la idea de cómo habría sido
hacerla en esos años, ¿Qué espacio estan ocupando? ¿Qué volumen tiene la
construcción?, para hacernos una idea, porque esto se acarreaba en carreta y se
apilaba a fuerza de músculo, sin andamios ni nada.
-“Hay una cuestión que la
hemos ido investigando a lo largo de los años, que es justamente la presencia
de la Calera en este espacio no se da porque sí. En este espacio se articulan
casi todas las variables que necesitan un emprendimiento industrial de este
tipo. Tenemos la piedra caliza, que es la materia prima de la cual se produce
la cal, estamos pisando un basamento de piedra caliza, entonces la tenían a la
mano. Tenemos el agua, leña, topografía también importante a la hora de
emplazar los hornos que están excavados en la propia barranca, y a su vez los
desniveles se utilizan tanto para cargar la tierra por la parte de arriba, como
para cargar la leña por la parte de abajo, entonces en un terreno que si bien
en la escala parece grande, pensándolo desde un punto de vista productivo y
económico, tenía un área de captación de productos muy pequeña. Lo cual lo
hacía óptimo para un emprendimiento de este tipo.
Desde mi punto de vista y
más allá que rescatamos la antigüedad, y que tendemos a priorizar las fechas, o
a decir, “es lo más antiguo”, pero desde mi punto de vista lo más importante de
este lugar es eso, la relación ambiente
- acción humana, que se da de una manera óptima; y esto verdaderamente es un
paisaje cultural, que fue domesticado por el hombre, que fue elegido, y que no
está por azar emplazado donde está”.
Cuando
hablamos de la Calera Real, ¿Quién era el responsable, el propietario, el que
la gestionaba? ¿Cómo funcionaba esto cómo emprendimiento de Industrial?
-“El propio nombre ya lo
habla de que era la Calera Real. Era del Rey. Era un espacio de dominio
público, remontándonos a esta época el Virreinato del Río de la Plata. Era
terreno público el cual también por documentación que hemos encontrado tuvo a
lo largo de sus años varios arrendatarios. El primero es Juan José Sagasti que
es el que pide al Cabildo de Villa Soriano, autoridad local de la época, el
arrendamiento de los hornos de cal. Produce y lo explota durante un tiempo.
Después hay diferentes personas que se van haciendo cargo, o van pidiendo el
arrendamiento de los hornos para producir.
También ese seguimiento se
puede hacer a lo largo del tiempo, prácticamente hasta 1850 tenemos sucesivos
arrendatarios del lugar que fueron explotando los hornos de cal, pero siempre
fue un espacio y un lugar de dominio público, que también nos ayudó mucho a la hora de
recompilar información porque hay mucho registros a nivel de las actas del Cabildo
de Villa Soriano, por ejemplo, de lo que se pagaba por el arrendamiento. Cada
cuánto se pagaba, cuánto se producía, toda esta información histórica que nos
ayuda a recomponer un poquito la historia de Uruguay”.
¿Y
entre qué años estuvo en actividad?
-“La producción a gran
escala o en un volumen importante, se da a partir de 1780. Justamente con ese
primer arrendatario que fue Juan José Sagasti, que él mismo en su solicitud al Cabildo
de Villa Soriano, dice que pide en arrendamiento 2 hornos de cal, hechos por un
Leo Recoleto, el año 22 de este siglo, que es ahí donde figura la fecha de
construcción de los hornos. Pero dice que no pudo surtir efecto por el continuo
ataque de los infieles. Ahí nos da un poco el panorama del contexto que se
estaba viviendo en esta zona, donde las parcialidades indígenas que vivían acá
seguramente no convivían muy bien con un asentamiento de este tipo. Entonces
seguramente hubo un conflicto, y prácticamente 60 años después de haberse
construido, no hubo una explotación, por lo menos en un volumen importante. Es
a partir de 1784, para ser exacto, que empieza, y después uno puede seguir ese registro. Ya aproximadamente
en 1850 esos registros se empiezan a
perder, y ya tenemos todo ese seguimiento que le podíamos hacer por el
arrendamiento, por los impuestos que pagaban, y ya se empiezan a perder.
Entonces ese seguimiento que lo podíamos hacer por el arrendamiento, por los
impuestos que pagaban, ya se empiezan a perder, entonces podemos estimar que a mediados
del siglo XIX este lugar se dejó de utilizar”.
¿Y
la mano de obra? ¿Hay registros de eso? No estamos hablando de un
emprendimiento hecho por mano de obra esclava, por lo que podría ser asalariado
¿No es así?
-“Ese es uno de los puntos
que todavía queda para investigar. Si bien hemos indagado bastante en la
historia, todavía hay un montón de aspectos de este lugar que todavía quedan por
descubrir.
También muchas de las intervenciones que estamos planteando, tanto a nivel de
investigación histórica como arqueológica van un poco en ese sentido, a
reconstruir qué pasaba con la gente estaba acá. Cuándo trabajaban, si esto era
zafral, si era de todo el año, dónde vivían, dónde se asentaban, qué tipo de
herramientas utilizaban. Un montón de cuestiones que hacen a la vida, tanto
doméstica como productiva de este lugar. Son de las cosas que todavía no las
sabemos pero que también nos ponen un desafío por delante que es seguir
investigando y seguir averiguando a ver qué pasaba justamente con la gente y
todo lo relacionado con los recursos humanos que implicaba un emprendimiento de
este tipo. Porque era realmente un trabajo muy duro, a nivel físico de
sacrificio, porque había que picar la piedra, trasladarla, encender el fuego.
Los fuegos tenían que estar
a 1.200 grados, que es una temperatura elevadísima, por ejemplo si comparamos
que un horno doméstico llega como mucho a los 300 gados. Había que tener 1.200
grados durante por lo menos 72 horas de continuo, para que la piedra pudiera
tener una buena combustión, para que pudiera quemarse bien y producir la cal”.
Insumía
mucha gente solamente para el traslado de la leña.
-“Exactamente.
Entonces, nosotros queremos averiguar un poquito
más sobre eso y ver quiénes eran, cómo vivían, cómo trabajaban. Son de los desafíos
a futuro que nos quedan y que estamos planteando. Un poco dentro de lo que va a
ser la gestión de este espacio, porque no agotamos toda esta parte solamente
con implantar el parque y demás, sino que esto es como un punto de partida para
un montón de proyectos que vienen después”.
Si
bien en esos años la forma de vida era muy precaria. ¿En la zona quedan vestigios de construcciones
o de asentamientos humanos circundantes a la Calera? ¿Se han descubierto?
-“No. Quedan algunos que son bastantes
posteriores. Si uno va de repente medio a lo que es la margen del arroyo de Dacá,
todavía quedan algunas construcciones, quedan
unos vestigios de los viejos saladeros, que también tenían una alta
vinculación con la Calera. En realidad es una asociación que a nivel productivo
es muy recurrente en muchas partes del territorio, que haya saladeros, y en un
entorno cercano un horno de cal, porque la cal se utilizaba para pelar los
cueros de los animales, entonces es una asociación bastante recurrente, y
todavía quedan en la costa algunos vestigios de esos saladeros”.
Y en algún lado tendrían que proveerse para
alimentarse por ejemplo.
-“Exactamente. Entonces todas esas hipótesis y
líneas de investigación son las que estamos planteando y viendo.
Saliéndonos de repente de la escala micro, del
análisis funcional de este lugar, y extendernos a una escala más amplia para
tratar de averiguar un poco justamente todas esas cuestiones”.
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