El
expediente judicial que
determinó el procesamiento
de 6 militares por
torturas
El relato de las víctimas
resultó de una crudísima realidad que
llevó a que Jueza
y Fiscal coincidieran: “se trata de crímenes de lesa humanidad y,
por ende, imprescriptibles”.
Ofrecemos el documento
completo con la imputación a
Gustavo Criado, Glauco Yannone, Alexis Grajales,Jorge Silveira, Artigas
Alvarez y Walter Forischi, por hechos
ocurridos en 1974 en el 6to de
Caballería.
(PRIMICIA)
Con un escrito de 86
páginas la jueza Dra. Silvia V.
Urioste Torres fundamentó su sentencia procesando a 6 militares por torturas ocurridas en
el año 1974 en el
6to de Caballería. Algo de lo que hemos
venido informando en los últimos
días. La Dra. Urioste coincidió con el pedido del fiscal Ricardo Perciballe
que “se trata de crímenes de lesa
humanidad y, por ende, imprescriptibles”.
Relato de las víctimas
En su relato el fiscal Perciballe detalló las imputaciones para los
6 militares pidiendo el procesamiento
con prisión para todos. Detallando
“El modus operandi de los aprehensores era el siguiente: una vez
obtenida la información de que una persona pudiera estar vinculada a una
organización política o social de las perseguidas -generalmente torturando a
los detenidos-, se iba tras ella, se la aprehendía habitualmente en su
domicilio, donde se dejaba una “ratonera”, esto es, se copaba la vivienda y se
privaba de su libertad a los moradores, quienes eran obligados a permanecer
allí a la espera de los militantes que llegarían. Los prisioneros eran
encapuchados o se les vendaban los ojos y, eran trasladados a unidades
militares o a centros clandestinos de detención, donde eran sometidos a
apremios físicos consistentes en plantones de pie durante horas y días,
golpizas, picana eléctrica en todo el cuerpo y los genitales, submarino húmedo
o seco mediante sofocación, colgamientos con los brazos hacia atrás durante
largos períodos de tiempo, golpes fuertes al mismo tiempo en ambos oídos
-“teléfono”-, caballete y abusos sexuales consistentes en desnudez, manoseos e,
incluso, violación.
En tal sentido, en principio, los detenidos fueron trasladados a
unidades militares y policiales y, desde el año 1975, a centros clandestinos de
detención (C.C.D.), que eran operados por dichas agencias, en especial por
O.C.O.A. y S.I.D., como “300 Carlos” o “Infierno Grande” -que funcionaba en las
instalaciones del Servicio de Material y Armamento del Ejército, ubicado a los
fondos del predio del Batallón de Infantería Nº 13-; la “Casa de Punta Gorda”,
“300 Carlos R” o “Infierno Chico”; la “Casona de Millán”; la ex “Cárcel del
Pueblo” y, “La Tablada” o “Base Roberto”.
En ese marco, el denunciante Juan Ángel Urruzola Peralta -de 19 años de
edad, estudiante de la Facultad de Bellas Artes- fue detenido próximo al 15 de
junio de 1972, en horas de la mañana y trasladado, en un primer momento a la
Comisaría ubicada en Avenidas 8 de Octubre y Comercio y, posteriormente al
Regimiento de Caballería N.º 6, en un operativo que estuvo a cargo del indagado
WALTER FRANCISCO FORISCHI FERRARI (oriental, casado, mayor de edad, militar
retirado).
Al llegar a la referida unidad militar, Urrozola fue encapuchado,
golpeado y puesto de plantón por largas horas. Dichos padecimientos fueron alternados
con sesiones de submarino y picana eléctrica, con la finalidad de que brindara
información sobre su participación en el M.L.N.T.
Identificó a los imputados FORISCHI, ALEXIS ROBERTO GRAJALES DE
OLIVEIRA y ARTIGAS GREGORIO “Tobi” ÁLVAREZ NIETO -orientales, casados, mayores
de edad, militares retirados-como los efectivos militares que participaron en
los tratos crueles que recibió y, que éste último intervino en un simulacro de
fusilamiento que se le practicó.
Del expediente digital P 216/86 del Juzgado Penal de 3er. Turno
proporcionado por AJPROJUMI surge que Urrozola fue detenido el 18 de junio de
1972, que recién el 18 de setiembre siguiente se le labró acta por el Oficial
interrogador del Regimiento de Caballería N.º 6, esto es, el Capitán Aecio Viera
da Cunha y por el Juez Sumariante de la Unidad, Capitán Delgue Arocena (ambos
fallecidos).
En definitiva, la situación de Urrozola fue resuelta el 13 de diciembre
de 1973, cuando el Juez Militar de 3er. Turno dispuso la clausura de las
actuaciones y, por ende, su libertad, habiendo estado privado de su libertad
por un años y cinco meses sin que se le hubiera comprobado delito alguno.
Del mismo modo, el 25 de enero de 1972, fue detenida Luz María Labat
Obes, de 28 años de edad,en la casa de su madre, sita en calle Viejo Pancho N.º
2431, junto a su pareja José Pedro Lopardo Telechea, integrante del M.L.N.T.
Lopardo fue retirado inmediatamente del lugar y junto a él se llevaron
a la empleada de la familia Ofelia Barrios, quien fue liberada a los dos días,
mientras que Labat fue dejada en la vivienda durante 24 horas a la espera de la
llegada de personas vinculadas a la organización y, luego, trasladada a la
Jefatura de Policía.
Algunos días después, también aprehendieron a su madre, quien
permaneció detenida hasta el 1º de marzo de 1972.
En la medida que aún no regían el decreto 277/1972 ni la ley 14.068,
fue puesta a disposición de la Justicia Penal, disponiendo el Juez Marabotto su
libertad por no comprobársele vinculación alguna con el M.L.N.T., ni participación
en delito alguno.
No obstante, Labat siguió detenida bajo medidas prontas de seguridad y
fue trasladada a la Cárcel de Mujeres, que en ese entonces se ubicaba en la
Escuela Carlos Nery.
Luego, en mayo de 1973, fue trasladada encapuchada al Regimiento de
Caballería N.º 6, desnudada y sometida a golpizas, plantones, sesiones de
submarino e interrogatorios, que incluyeron la quema de su capucha como forma
de intimidación, lo que le provocó lesiones en el rostro.
Allí fue testigo de los padecimientos sufridos por el denunciante Juan
Ángel Urruzola.
Reconoció a WALTER FORISCHI y ALEXIS GRAJALES como responsables de la
tortura a la que fue sometida.
A posteriori de su pasaje por el Regimiento de Caballería N.º 6 fue
traslada al 9º de Caballería, logrando su libertad en diciembre de 1974
haciendo uso de la opción de la cláusula constitucional de salida del país,
exhiliándose en Francia.
Por su parte, el denunciante Asdrúbal Pereira Cabrera, fue detenido en
en su domicilio de la calle Río de Janeiro N.º 4958, el 3 de setiembre de 1972,
por efectivos pertenecientes al Regimiento de Caballería N.º 6, lugar al que
fue trasladado encapuchado, en un camión del Ejército.
En dicho lugar, fue interrogado para que admitiera su participación en
el M.L.N.T., padeciendo durante un mes torturas consistentes en plantones,
golpes, puntapiés, submarino, picana con dínamo generador en las partes más
sensibles del cuerpo -genitales, ano, boca, uñas y talones- y lo que
denominaban “teléfono” que consistía en colocar un prensor de baterías en cada
oreja y activando el dínamo cerraban el circuito eléctrico en puntos sensibles
de las manos y los pies, colgadas con los brazos hacia atrás y los dedos de los
pies tocando el piso, así como fue impedido de dormir, alimentarse o beber
agua.
Individualizó a los imputados GRAJALES, FORISCHI y al Alféres “Tobi”
ALVAREZ como responsables de los interrogatorios y suplicios que padeció,
identificando a éste último como responsable de una violación que presenció.
Del mismo modo, la denunciante Ana María de Marco fue detenida en su
domicilio (junto a su cónyuge y su hija de cinco años), el 29 de diciembre de
1974. Les vendaron los ojos y los condujeron al Regimiento de Caballería Nº 6
en una camioneta.
Al llegar, fue puesta de plantón por largas horas y sometida a
interrogatorios por su militancia política en el Partido Comunista
Revolucionario (P.C.R.), que se extendieron hasta el 31 de diciembre siguiente,
en uno de los vagones colocados en el lugar.
En ese período, la denunciante fue obligada a desnudarse, le ataron los
tobillos con alambre, la mojaron, le aplicaron picana eléctrica y, la golpearon
y amenazaron con quemarla con ácido y fusilarla, sin brindarle agua ni
alimentos. Asimismo, sus necesidades fisiológicas las debió hacer frente a los
custodias.
La víctima se encontraba embarazada y, a raíz de los métodos de tortura
a los que fue sometida, perdió el embarazo, siendo trasladada al Hospital
Central de las Fuerzas Armadas, donde le hicieron un legrado.
En cuanto a los responsables de los apremios, identificó a “Oscar 2” y
al indagado JORGE “Siete Sierras” SILVEIRA QUESADA -oriental, divorciado, mayor
de edad, militar retirado-, por las voces que escuchaba correspondientes a los
operadores de radio.
Fue procesada el 28 de febrero de 1975 y condenada el 26 de agosto de
1977 por el Juzgado Militar de 1er. Turno a una pena de 3 años de
penitenciaría.
A su vez, Jorge Aníbal González Moure fue detenido en su domicilio, el
17 de diciembre de 1974, por un grupo militar entre los que se encontraba el
indagado GUSTAVO CRIADO CARMONA -oriental, mayor de edad, militar retirado-.
González fue encapuchado y conducido en una camioneta en forma
inmediata al Regimiento de Caballería N.º 6, donde fue sometido a diversos
tormentos, por parte de sus captores, en particular, plantones por largas horas
y golpizas, para luego ser interrogado bajo apremios físicos consistentes en
submarino y picana eléctrica, así como le fue negada el agua por unos días y el
acceso al baño, por lo que, debió evacuar sus necesidades fisiológicas sobre si
mismo.
Fue mantenido tres meses en dicha Unidad, siempre con capucha.
Identificó al prevenido CRIADO como uno de los responsables de su
detención y de los apremios físicos que le fueron infligidos.
Luego de estar recluido en el Regimiento de Caballería N.º 6, fue
trasladado al Grupo 5to. De Artillería y, posteriormente, al Penal de Libertad,
recuperando su libertad el 26 de marzo de 1979.
Fue procesado el 28 de febrero de 1975 y condenado a una pena de 4 años
de penitenciaría.
Asimismo, Perla Berta Cohanoff Jarovisky, fue detenida en su domicilio
de calle Acevedo Díaz N.º 1876, apartamento 6, por ser miembro del P.C.R., el
29 de diciembre de 1974, por personal de O.C.O.A.
La prisionera fue trasladado -con los ojos vendados- al Regimiento de
Caballería Nº 6, donde fue puesta de plantón, golpeada y obligada a desnudarse
delante de los efectivos militares, recibió picana eléctrica y fue sometida a
submarino, siempre encapuchada, lo que le impidió identificar a los
responsables, pero si pudo reconocer que allí estaba detenida a Elena
Zaffaroni.
El 19 de febrero de 1975 fue trasladada al Grupo 5to. de Artillería y,
posteriormente, alojada en el Penal de Punta de Rieles.
Cohanoff fue enjuiciada el 28 de febrero de 1975 y condenada a una pena
de 5 años y 6 meses de penitenciaría, recuperando su libertad el 4 de julio de
1980.
Del mismo modo, Jorge Mario Porley Eirale, fue detenido el 11 de
diciembre de 1974, en su domicilio de calles Milán y Victor Manuel, e
inmediatamente, encapuchado, esposado y trasladado al Regimiento de Caballería
Nº 6, donde fue puesto de plantón con las piernas abiertas y, luego interrogado
desnudo y esposado, bajo apremios físicos consistentes en golpes, patadas y
picana eléctrica sobre su cuerpo mojado, durante aproximadamente cuatro días.
Luego, permaneció siempre encapuchado, mal alimentado y no siempre se
le permitía ir al baño.
Identificó al indagado GLAUCO JOSÉ YANNONE DE LEÓN -oriental, casado,
mayor de edad, militar retirado- como uno de los efectivos que lo detuvo, a
quien describe como bajito y de bigotes.
Fue procesado el 28 de febrero de 1975 y condenado a una pena de 3 años
y 6 meses de penitenciaría.
Tras su pasaje por el Regimiento de Caballería N.º 6, fue trasladado al
Grupo de Artillería N.º 5 y, posteriormente, al Penal de Libertad, recuperando
su libertad el 23 de setiembre de 1978.
Por su parte, Blanca Teresa Larriera Caino fue detenida en Camino
Castro y Pasaje Mena del 17 de diciembre de 1974 y, previo vendarle los ojos
con una bufanda, la introdujeron en una camioneta y la trasladaron al
Regimiento de Caballería N.º 6.
Al llegar la hicieron subir a un vagón donde le ordenaron que se
desnude y, ante su negativa, los efectivos la desnudaron por la fuerza. A
continuación, le arrojaron baldes de agua y le aplicaron picana eléctrica en
distintas partes del cuerpo.
Luego, de esa sesión de tortura fue dejada a la intemperie desnuda y de
plantón, mientras escuchaba los gritos de dolor de sus compañeros. Cuando no
podía mantener su posición era golpeada para que se permaneciera erguida.
Le fue negado el acceso al baño para higienizarse y cuando le
permitieron hacerlo, solamente se pudo bañar con agua fría y bajo la vigilancia
de los guardias.
Identificó al indagado JORGE SILVEIRA como uno de los oficiales que
participó en los apremios físicos de los que fue víctima.
Tras su pasaje por el Regimiento de Caballería N.º 6, fue trasladada al
Batallón 5to. de Artillería en febrero de 1975. Posteriormente, a la Cárcel de
Punta de Rieles y luego, a la de Paso de los Toros. En julio de 1980 recuperó
su libertad y viajó a Suecia por gestiones de su familia.
También fue procesada el 28 de febrero de 1975 y condenada a una pena
de 4 años de penitenciaría.
Por su parte, Walter Raúl Bianchi López, de 20 años de edad, fue
detenido en el domicilio de su padre, el 2 de enero de 1975 y, previo ser
encapuchado y esposado, fue ingresado a un camión en el que lo trasladaron al
Regimiento de Caballería N.º 6.
Allí, al igual que los demás detenidos, fue sometido a plantón,
golpizas, picana eléctrica y submarino con la finalidad de que admitiera su
vinculación con el P.C.R.
Pudo determinar que Elena Zaffaroni y Nora Roggeri se encontraban
detenidas en el mismo lugar.
Como responsable de los tormentos que padeció, solamente reconoció al
indagado JORGE SILVEIRA QUESADA, identificado como “Siete Sierras”.
Al igual que los restantes, fue procesado el 28 de febrero de 1975 y
condenado a una pena de penitenciaría que se dio por compurgada con la prisión
preventiva sufrida.
Luego, Graciela Duarte Badiola, de 34 años de edad,fue detenida el 28
de diciembre de 1974, en su domicilio de Avenida Soca Nº 1275, apartamento 301,
por integrantes de O.C.O.A. y, previa colocación de un buzo en sus ojos, fue
introducida a un vehículo particular en el que fue trasladada al Regimiento de
Caballería N.º 6.
Allí, fue esposada y puesta de plantón con las piernas abiertas y las
manos en la cabeza, por largas horas al sol.
Luego, fue ingresada a un vagón del ferrocarril donde la desnudaron
totalmente y le colocaron dos capuchas, una de nylon ajustada y la otra de olor
nauseabundo y agrio y le sumergieron la cabeza en aguas putrefactas, en varias
oportunidades, mientras la interrogaban. También le colocaron un objeto en el
ano, la golpearon con ambas manos en los oídos (teléfono), le aplicaron picana
en los genitales, en las orejas y en los dientes, mientras se encontraba
acostada en un mármol húmedo y los represores gritaban “salta, salta, salta,
pequeña langosta”.
Como participantes de los interrogatorios y de los tormentos a que fue
sometida identificó al prevenido GLAUCO JOSÉ “Isidorito” YANNONE DE LEÓN.
Tras su pasaje por el Regimiento de Caballería N.º 6, fue trasladada al
Batallón de Infantería N.º 1 y, posteriormente, al Penal de Punta de Rieles, de
donde fue liberada el 29 de marzo de 1978.
Al igual que los otros denunciantes, fue procesada el 28 de febrero de
1975 y por sentenciada a tres años de penitenciaría.
Ángela María Baubeta García fue detenida el 15 de diciembre de 1974, en
Florida, por personas vestidas de particular y por soldados uniformados.
A continuación, fue trasladada al Regimiento de Caballería N.º 6, donde
fue encapuchada y desnudada y, luego, sometida a picana eléctrica ya submarino
seco a través de la colocación de una bolsa de nylon, así como golpeada con
cachiporra de goma y puesta de plantón día y noche.
Identificó al imputado GIANNONE como partícipe en la privación de
libertad bajo apremios físicos que sufrió.
Posteriormente, fue conducida al Grupo de Artillería N.º 5 y cumplió
condena de 5 años y 6 meses de penitenciaría en el Penal de punta de Rieles.
Por su parte, María Mercedes Xavier de Mello Ferrand fue detenida en su
domicilio ubicado en calles Juan Paulier y Ana Monterroso, de Lavalleja, en la
madrugada del 12 de diciembre de 1974 por agentes militares, que la
interrogaron violentamente para que informara del paradero de su cónyuge David
Evans.
A raíz de las agresiones sufridas, debió ser trasladada al Hospital
Militar y una vez recuperada, fue derivada al Regimiento de de Caballería N.º
6, donde fue desnudada, puesta de plantón y sometida a picana y submarino.
Entre los responsables de la tortura, identificó a quienes se hacían
llamar por sus apelativos de “Oscar 1” y Oscar 2” y charlaban de la represión
en Argentina, afirmando que con “El Foca” estaban interrogando allí. Con los
años, individualizó al imputado JORGE SILVEIRA como uno de los efectivos
participantes en su tortura.
Asimismo, pudo determinar que en el lugar se encontraban detenidas
Elena Zaffaroni, Perla Cohanoff, Nora Roggeri, Margarita Lagos y Graciela
Duarte.
Luego fue derivada al Batallón de Infantería N.º 2 y, posteriormente,
al Penal de Punta de Rieles.
Al igual que los demás denunciantes fue procesada el 28 de febrero de
1975 y condenada en octubre de 1977 por la Justicia Militar a una pena de 3
años de penitenciaría.
Del mismo modo, Carlos Raúl Bastos Pérez fue aprehendido el 24 de
diciembre de 1974 en la empresa “Reinaldo Ferraro” donde trabaja, sita en calle
Lambaré N.º 2040, y trasladado -encapuchado- al Regimiento de Caballería N.º 6,
donde fue interrogado bajo tortura por su vinculación con el P.C.R., siendo
sometido a submarino, lo que llevó a que perdiera el conocimiento y debiera ser
trasladado al Hospital Central de las Fuerzas Armadas.
Después de unos días de internación, fue reintegrado a la unidad
militar, donde sufrió largos plantones y sesiones de submarino, que le
provocaron otra pérdida de conocimiento, lo que determinó su traslado
nuevamente al referido nosocomio.
Bastos no pudo identificar a los responsables de su calvario.
En mayo de 1975 fue trasladado al Grupo de Artillería N.º 5 y en el mes
de agosto, al Penal de Libertad, recuperando su libertad el 18 de julio de
1978.
También fue procesado el 28 de febrero y condenado a una pena que se
dio por compurgada con la extensa preventiva ya cumplida.
En el mismo sentido, Uberfil Hedy Martínez Falero, fue detenido en su
domicilio en la madrugada del 14 de diciembre de 1974 por personal de las
Fuerzas Armadas y trasladado - encapuchado y esposado- al Regimiento de
Caballería N.º 6, donde fue sometido a sesiones de tortura para que brindara
admitiera su vinculación con el P.C.R.
De tal forma, recibió golpes de puño y submarino, encontrándose siempre
encapuchado, así como fue puesto de plantón en un patio de pedregullo mientras
sujetaba sus zapatos con las piernas abiertas y los brazos horizontales durante
largas horas y si perdía la postura, lo golpeaban en la espalda con bastones y
lo insultaban.
No logró identificar a sus agresores -pero si reconoció como detenido a
Jorge González-,siendo trasladado posteriormente al Grupo de Artillería N.º 5 y
en mayo de 1975 al Penal de Libertad, de donde fue liberado el 29 de agosto de
1978.
Después de haber sido sometido a dichos tratos crueles, fue enjuiciado
por la Justicia Militar el 28 de febrero de 1975 y condenado a una pena de
penitenciaría que se dio por compurgada con la preventiva sufrida.
En forma coincidente, Graciela Souza Antognazza fue detenida en la
ciudad de San José, en el domicilio de sus abuelos, el 30 de diciembre de 1974,
por efectivos del cuartel de San José, junto a su hermana Virginia Souza, de 18
años de edad, la que fue liberada al día siguiente.
Luego de su detención, las hermanas fueron trasladadas al Regimiento de
Caballería N.º 6, donde fueron encapuchadas y Graciela fue interrogado bajo
tortura -plantones y submarino seco con una capucha de plástico que le
apretaron en el cuello- para que admitiera su pertenecía a P.C.R.
Como participantes en su detención y suplicios identifica a los
indagados SILVEIRA por su apodo “Siete Sierras” y a GLAUCO YANNONNE, a quien
luego vio en el Penal de Punta de Rieles.
Del referido centro de detención fue derivada al Grupo de Artillería Nº
5º y, finalmente, al Penal de Punta de Rieles.
Fue procesada el 28 de febrero de 1975 y condenada por la Justicia
Militar a la pena de 3 años de penitenciaría.
Asimismo, Eduardo Nelson Reyes Lagos fue detenido el domicilio de su
suegra, sito en calle Maldonado N.º 1093, apartamento 11, cuya puerta fue
derribada, en la madrugada del 15 de diciembre de 1974, por agentes del Estado,
que le propinaron puntapiés y lo encapucharon, junto a su cónyuge.
Tras ello, trasladaron al matrimonio en un camión al Regimiento de
Caballería N.º 6, donde fue interrogado y sometido a plantón durante varios
días, golpizas, picana eléctrica y colgamiento por su presunta vinculación con
el P.C.R., tratos crueles que le causaron lesiones de tal entidad que debió ser
internado en el Hospital Militar.
Entre los responsables de las torturas que recibió individualizó a los
represores JORGE SILVEIRA y GLAUCO YANNONE.
Posteriormente, fue derivado al Grupo 5to. de Artillería y, finalmente,
al Penal de Libertad, donde cumplió una condena de cuatro años y 6 meses de
penitenciaría, tras ser procesado el 28 de febrero de 1975.
Elena Zaffaroni Rocco fue aprehendida el 13 de diciembre de 1974, en su
domicilio de calle Scosería N.º 2556, apartamento 701, junto a su cónyuge Luis
Eduardo González González, por un grupo de oficiales del Ejército entre los que
se encontraba el indagado GUSTAVO CRIADO.
Tras su detención, González fue encapuchado, mientras que Zaffaroni
-quien se encontraba embarazada de cuatro meses- fue vendada y trasladados
-ella en un Jeep militar y él en un automóvil particular- al Regimiento de
Caballería N.º 6, donde fueron separados.
Zaffaroni fue sometida a plantones, picana eléctrica y golpizas, frente
a su marido, así como se la obligó a ver los apremios físicos que éste recibía.
Individualizó al imputado CRIADO como interviniente en su operativo de
detención e identificó partícipes de la tortura recibida a los conocidos como
“Óscares”, a JORGE “Siete Sierras” SILVEIRA y a GLAUCO YANNONE.
Del Regimiento de Caballería N.º 6, fue trasladada al Grupo de
Artillería N.º 5 y, en marzo al Penal de Punta de Rieles, luego de ser
procesada el 28 de febrero de 1975 y condenada a una pena de 3 años y 6 meses
de penitenciaría.
Su hijo nació el 28 de abril de 1975 en el Hospital Central de las
Fuerzas Armadas.
Asimismo, Nora Roggeri Cauceglia fue detenida en la sucursal del Banco
“Banfed” de la Plaza del Entrevero, donde trabajaba, el 30 de diciembre de
1974, en un operativo a cargo del prevenido GLAUCO YANNONE, mientras su
domicilio era allanado por un contingente militar a cargo del Teniente JORGE
SILVEIRA QUESADA.
Tras su detención, fue encapuchada y trasladada al Regimiento de
Caballería N.º 6, donde fue puesta de plantón, sometida a golpes de puño,
picana eléctrica y submarino, así como amenazada con la detención y tortura de
sus progenitores, con dispararle un tiro en la sien o encerrarla en un calabozo
lleno de ratas, todo con la finalidad de que admitiera su vinculación al P.C.R.
En el lugar, pudo comunicarse a través de señas con la detenida Elena
Zaffaroni.
Como autores de los tratos crueles que recibió, reconoció a los
imputados JORGE “Pajarito” o “Siete Sierras” SILVEIRA QUESADA y a GLAUCO
“Isidorito” YANNONE.
Posteriormente, fue trasladada al Grupo de Artillería N.º 5, de ahí al
Batallón de Infantería N.º 1 y, en definitiva, al Penal de Punta de Rieles, de
donde recuperó la libertad tras ser condenada a 4 años de penitenciaría, previo
enjuiciamiento de fecha 28 de febrero de 1975.
En el mismo sentido, Margarita María Lagos Mederos fue detenida en la
madrugada del 15 de diciembre de 1974, en su domicilio ubicado en calle
Maldonado N.º 1094, apartamento 11, por un grupo de efectivos bajo las órdenes
del imputado GLAUCO YANNONE, que también detuvo a su cónyuge Eduardo Reyes.
Luego de vendarles los ojos, fueron introducidos a un camión militar
que los trasladó al Regimiento de Caballería N.º 6, donde Lagos fue puesta de
plantón y, a posteriori, sometida a interrogatorios bajo picana eléctrica en
los genitales, espalda, brazos, pies y manos y submarino seco con colocación de
una capucha de nylon que le impedía respirar.
Identificó al prevenido JORGE SILVEIRA, quien actuaba bajo el apodo de
“Siete Sierras” y, a GLAUCO YANNONE como partícipes en las torturas recibidas.
Como los demás, fue procesada el 28 de febrero de 1975 y condenada a
una pena de 3 años y 6 meses de penitenciaría”.
Relatos del horror
En el desarrollo de cada uno de los casos realizado por el fiscal Ricardo Perciballe surgen situaciones de violencia indescriptible.
“Al respecto, Juan Ángel Urruzola manifestó: “Los sucesos tuvieron
lugar en el año 1972, a mediados de mes de Junio, alrededor del 15 de junio, no
tengo la fecha exacta. Los informes que siempre me dieron de cuando me
detuvieron son de un mes después, nunca dieron la fecha exacta. Yo permanecí
desaparecido cerca de dos meses, dos meses y medio. Mi familia no sabía donde
estaba (…) Yo estaba en un bar de Ocho de Octubre y Garibaldi, cerca de las
diez de la mañana, tomando un café con leche con una compañera (…) En ese
momento me quisieron detener unos señores de civil. Yo era militante
estudiantil (…) me dicen que son de las Fuerzas Conjuntas, yo intenté
escaparme, porque sabíamos que las Fuerzas Conjuntas torturaban, llegué a
correr una cuadra, por Garibaldi hacia el sur y me detuve porque me empezaron a
disparar, vi y sentí los balazos alrededor mío, yo tenía diecinueve años. Me
llevaron en un Jeep militar a una Comisaría que está en Ocho de Octubre y
Comercio, allí me dejaron parado en el patio y pidieron por radio un vehículo y
capuchas. Me querían encapuchar para trasladarme a la Unidad Militar, que
después yo me enteré que era el Sexto de Caballería. El Oficial que dirigía el
operativo era Forischi, creo que era Teniente en ese momento, yo supe el nombre
después. Él fue quien me disparó varios balazos, estaba muy preocupado, me
revisó para ver si me había pegado. Creo que otro de los Oficiales que estaba
en ese grupo era el Teniente Orlando. Llegó un vehículo militar, me
encapucharon y me subieron a un camión, y me trasladaron a un lugar que yo
desconocía en ese momento. Desde ese momento me decían: ‘Dale, decinos lo que
sabés, vos sos Tupamaro’ (…). Reconozco las voces, no vi más, esta persona
Foricci fue quien inició el operativo, y reconocí su voz. Eso fue el primer
día, desde que llego hubo golpes, malos tratos desde que bajé del camión. Eran
preguntas genéricas (…) creo que alguien indicó que yo era militante, porque no
estaba en el M.L.N., ellos esperaban que les dijera algo, no decían nada
concreto, me decían que les dijera lo que supiera. A partir de ese momento, era
pleno invierno, quedé de plantón con las manos en la nuca, durante varios días.
Me sacaban de ahí para llevarme al submarino y me volvían a traer al plantón ya
con la ropa toda empapada y rota, sin zapatos y permanentemente había soldados
u Oficiales que nos pegaban en los riñones, en los tobillos con palos (yo
siempre estaba encapuchado), ese era el régimen. Tal vez a los tres días, me
metieron en una barraca, donde había unos sesenta o setenta detenidos,
encapuchados todos, sentados en tarimas, a un metro cada uno del otro,
estábamos en ‘depósito’ (nunca vi el lugar sin capucha, lo imagino). Era un
lugar donde se guardaban caballos, habían fardos de alfalfa atados que servían
de soporte a unas planchas de madera con colchonetas de paja, donde estábamos
los presos sentados sin movernos, encapuchados, hasta que nos venían a buscar
para llevarnos a la tortura. En ese mismo lugar dormíamos, con la capucha
puesta, dejaban desplegar el colchón a la noche y ahí podíamos dormir, a veces
nos daban un poncho militar para taparse, a veces no. Allí mismo comíamos,
siempre encapuchados, no podíamos hablar entre nosotros (…) en mi caso lo
padecí noventa y cinco días (…) Nos sacaban solo para torturarnos, la luz del
sol la percibía por debajo de la capucha cuando estaba de plantón, en un muro
cercano a la barraca, o cuando me llevaban al submarino y era de día. En
general, los interrogatorios y la tortura era de noche, de día te dejaban de
plantón. El submarino les gustaba hacerlo desde la tarde hasta la madrugada (…)
el olor a alcohol de los Oficiales, el cual se sentía a pesar de estar
encapuchado, con la capucha mojada y serias dificultades para respirar (…) La capucha
se me salió en la tortura en un par de oportunidades. El submarino consiste en
introducir una persona en el agua para ahogarlo, y uno realmente siente que se
muere, se hace con la capucha puesta, y ésta impide respirar, la tela (lona) se
pega a la cara y ellos además la tiran desde atrás. En uno de esos momentos yo
me retorcí mucho y se me salió la capucha. Entonces tirado en el piso vi esa
escena, oficiales alrededor mío, todos empapados, vi ese quincho pequeñito, les
vi la cara a Orlando y Forischi, a quienes ya conocía de mi detención (…) a
menudo traían a un médico o a un enfermero para saber si podían seguir
torturando, según el estado físico del detenido. En mi caso, por mi enfermedad
cardíaca, la electricidad me producía crisis de taquicardia paroxística muy
fuertes, esto sucedió a los dos meses de mi detención. En esa época fueron a
detener a Susana González, quien era mi pareja y me torturaban delante de ella,
eso lo supe después. La capucha me la sacarían definitivamente después de
noventa y cinco días de este régimen, cuando me trasladan a Punta de Rieles. En
el patio de Punta de Rieles, al bajar el camión, vi por primera vez el sol (…)
aparte del simulacro de fusilamiento llevado adelante por el Oficial Tobi
Álvarez, sobrino del Gral. Gregorio Álvarez, e hijo de Artigas Álvarez
(asesinado por los Tupamaros), era un Oficial que repetidamente torturaba para
sacarse las ganas o la bronca, y no para buscar información. Una de las
situaciones más violentas en el Sexto de Caballería fueron las sesiones de
tortura colectiva, en las que sometían a todos los presos, encapuchados
simplemente por acontecimientos que hubieran sucedido fuera del Cuartel.
Torturaban indiscriminadamente, eran escenas dantescas durante horas pegaban,
arrastraban a la gente, los llevaban al submarino y los traían deshechos (…) en
una de esas sesiones el enfermero logró que no me torturaran porque ya había
tenido la crisis cardíaca y le dijo al Tte. Coronel Alexis Grajales (quien
dirigía esas sesiones totalmente alcoholizado): ‘A este detenido no me lo
tocan’. Grajales era el peor, el más sanguinario (…) Algunos, como Grajales,
Rodríguez, eran torturadores bastante odiosos; otros asumían un rol más pasivo,
como en segunda fila, como ser el Oficial Sumariante Arocena (no recuerdo si
era Capitán o Teniente) (…) al no estar procesado y estar detenido con medidas
prontas de seguridad, yo podía solicitar ser expulsado del territorio nacional.
Mi padre presentó varias solicitudes (…) finalmente me dijeron que para España.
Aceptarían porque estaba Franco, así me trasladaron del Sexto de Caballería
(donde fui trasladado del Noveno) a Jefatura de Policía para realizar la
documentación que me permitiera viajar a España (…) Al otro día oficiales de
Policía me llevaron al Aeropuerto y partí rumbo a mi exilio que duró trece años
(…) Una de las personas que vi más torturadas, que no se podía mover, lo
dejaron tirado en la barraca, atado a una tabla fue Asdrúbal Pereira Cabrera
(…) Él estuvo varios días en esa situación, sin poder moverse ni ir al baño.
Cuando el guardia nos permitía le dábamos algo de comer o beber. Aclaro que a
pesar de estar encapuchado, uno se habitúa con el oído a detectar muchas cosas,
por los sonidos detectábamos la presencia de alguien tirado (…) En otra
situación un guardia, después de una sesión de tortura, me dejó acercarme a la
que era mi compañera y decirle que yo estaba bien. Otro detalle fue que otra
compañera que estaba detenida, sentada al lado mío, Luz Labat, en una de las
torturas le prendieron fuego la capucha quemándole la nariz, por lo cual al
usar capucha después se le infectó la nariz, entonces ella no usaba capucha
cuando yo llegué al Sexto, usaba una venda, así la identifiqué (…) ella estaba
en la enfermería cuando yo casi me muero por la crisis cardíaca y los Oficiales
le dijeron: ‘El flaquito ese casi se nos queda’, y ella notó que estaban muy
nerviosos y eran Alexis Grajales y Gilberto Vázquez (quien a ella se le
presentaba) (…) Una vez me ataron detrás de un caballo y, mientras me decían
que el caballo me iba a patear me preguntaban si sabía como había muerto
Batalla, que lo habían matado así, poniéndolo detrás del caballo (…) Los
Oficiales que yo acuso como responsables de mis torturas los fui identificando
a lo largo de mi detención, esencialmente a través de las conversaciones con
los soldados, habían soldados que hablaban con nosotros y que iban poco a poco
diciendo cosas. El Teniente Forischi y el Teniente Orlando los conocí cuando me
detuvieron. Forischi sé porque él se permitió hacer una declaración pública de
apoyo al Ejército el año pasado, y yo le contesté públicamente y lo acusé de
torturador en Búsqueda, estoy dispuesto a decírselo en un careo. Alexis
Grajales los soldados lo querían poco, le adjudicaban que era un borracho que
estaba siempre tomando, cosa que comprobé por el olor que despedía en los
interrogatorios a los que me sometió. El Alférez Álvarez es sobrino de Gregorio
Álvarez, casi todos los oficiales hablaban más de él, cuando hicieron mi
simulacro de fusilamiento (Álvarez y Flores) me sacaron la capucha, después de
eso, Flores, cuando me volvieron a traer al cuartel, me dijo: ‘O tu no sabés
nada y esto es un garrón, o si sabés algo nunca nos lo vas a decir, por mi
parte se acabaron los interrogatorios contigo’. Me dejó sentado en una carpa
militar en la que toda la tarde Álvarez me estuvo pegando. A la noche, Flores
me pasó a buscar y me llevó de nuevo con los presos. Le comenté que el Gordo
‘Tobi’ me había estado pegando toda la tarde y me dijo: ‘Si, pero el gordo ese
es un subnormal’ (…) Era militante estudiantil de la agrupación Julio Espósito
de Bellas Artes. Éramos grupos radicales de izquierda, alrededor del FER
(Federación de Estudiantes Revolucionarios)”
A continuación, Luz María Labat relató: “Yo fui militante de la
Asociación de estudiantes de Medicina, trabajando en el Casmu estaba en el SMU,
en la gremial de profesores de Montevideo pero no pertenecía a ningún aparato
político partidario, fui detenida el 25/1/1972 estaba en mi casa, era en la
mañana, yo vivía en la calle El viejo Pancho 2431, era la casa de mi madre, que
mi madre no estaba, se encontraba en Argentina, yo estaba viviendo con mi
pareja. Nos llevaron a los dos. Mi pareja se llama Jose Pedro Lopardo Telechea,
él era miembro del MLN, yo desconocía sus actividades (…) fui detenida mientras
estábamos en el dormitorio, había una empleada doméstica que salió a hacer
mandados, en eso que sale la agarran y se metieron con ella para adentro. Eran
de Jefatura, era una montonera de personas. Me acuerdo que quien me interrogó
era el Comisario Delega. A mi pareja se la llevaron primero, a mi me dejaron en
casa durante 24 horas con una montonera de personas que se iban relevando,
estaban sin uniforme, se comunicaban mediante claves (…) En primer lugar se
llevaron a mi pareja y a la empleada. A ella la liberaron a los dos días, se
llamaba Ofelia Barrios, ya fallecida (…) A mamá la detuvieron, me preguntaron
donde estaba, dije que estaba en la Argentina y dije su dirección, delante mío
llamó para que lo comunicaran con la Federal de Bs. As. yo no creí que fuera
cierto, dos días después aparece mi madre esposada, la habían traído, estuvo
hasta después del 1/3/72 después del cambio de gobierno (…) nadie se
identificó, sólo dijeron que eran de las fuerzas conjuntas (…) me preguntaron el
nombre de mi pareja, su documento de identidad, y quedó por eso. (…) Al otro
día me llevan a Jefatura, a mi familia la llevaron al rato que llegaron (…) Me
interrogaron en una sala del 4to piso. Quien me interrogó fue el Comisario
Delega, que no se presentó sino que lo escuché cuando hablaba por teléfono y se
presentó. Había otra persona más que no se presentó ni supe su nombre. Luego
corroboro que era él porque vi una foto de él en el diario, él había fallecido
el 14/4/72, era uno de los integrantes del Escuadrón de la muerte. En el
interrogatorio me dijeron que yo estaba fichada, que tenía antecedentes, que
era real porque tenía antecedentes de militancia estudiantil donde habíamos
sido fichados (…) Me interrogaron de una forma amenazante, ellos querían saber
si yo estaba en conocimiento de las actividades de mi compañero, y si yo sabía
sobre proyectos, sobre armas o cosas de esas. El día que me llevan para
Jefatura es cuando matan al Intendente de la Cárcel de Pta. Carretas que no
recuerdo su nombre. Entonces ahí en Jefatura estaban un poco a la defensiva, y
en un momento que estábamos juntos con mi compañero, nos dijeron "no se
hagan los vivos porque miren lo que le pasó a fulano". Nos juntaron
después de ese primer interrogatorio, nos amenazaban (…) Estuvimos 48 horas (…)
nos llevaron después ante el Juez Jorge Maraboto, fui interrogada por él y por
el Actuario. El decretó mi libertad y la remisión de mi compañero porque estaba
fugado del Penal, él estaba procesado pero no recuerdo por qué delito. Decretan
mi libertad judicial y vuelvo para Jefatura con otras personas que estaban en
mi misma situación (…) Pensé que me iba a mi casa pero quedé retenida por
Medidas Prontas de Seguridad. Me trasladan a la Carlos Neri, la escuela de
Nurses que era en ese momento Cárcel de Mujeres Judicialmente liberadas. Ahí
estaban las mujeres no procesadas judicialmente o las que habían sido liberadas
(…) el 12/4/72 se vuelve a fugar mi compañero del Penal de Pta. Carretas, el
14/4/72 el MLN mata a Delega, Acosta y Lara y a otros más, se decreta el Estado
de Guerra (…) a los pocos días me sacan de la Neri y me llevan para el Sexto de
Caballería. Mi compañero nunca fue al Sexto de Caballería, al menos mientras yo
estuve ahí no me consta que haya estado, no lo volví a ver hasta la vuelta de
la democracia (…) Antes de llevarme al Sexto de Caballería me llevan a
Jefatura, ahí ya me ponen capucha, empiezan con golpes, me suben a prepo en un
camello, me llevan a la rambla, en un momento me dicen que me van a matar, me
bajan, y le pide el Alférez Rodríguez (…) a un soldado que me matara y me
atropella el camello, me tira, pero no me pisó, pasó por arriba mío y yo entre
las ruedas, me asusté mucho, era de noche. Me llevan para el cuartel, como
bienvenida me desnudan y me quedo desnuda y con capucha. Me enteré que era el
Sexto de Caballería después (…) Yo el recuerdo que tengo es que cuando nos
llevaban se abrían portones y uno atrás veía que se cerraban, recuerdo la
sensación de pedregullo (…) Cuando me desnudaron no vi a ningún otro preso,
estaba rodeada de milicos, me golpearon, primero estuve como en una oficina (…)
Nos llevaban a las corridas por ahí que había una bajada donde nos caíamos. De
ahí nos llevaban al tacho porque no eran satisfactorias nuestras respuestas.
Tachos había uno hacia la izquierda, era un recipiente metálico, y cuando iba
para la izquierda la corrida era mucho más lejos, atravesábamos un espacio de
pedregullo y después pasto, y ahí eran los bebederos de los bichos porque
raspaba mucho más . Yo hasta ese momento no percibí la presencia de ningún otro
detenido. En la oficina me interrogaban Walter Foriche, Julio Orlando y
Grajales no sé si estaba allí, éste último era el Jefe de S2, que era la parte
de inteligencia, de interrogatorio. Esto fue el primer día donde siempre estuve
desnuda, sólo con zapatos y capucha, luego de eso me llevaron de plantón toda
la noche y luego me metieron en el cuarto de uno de los milicos, era un
dormitorio de uno de ellos, ahí me entran con una capa. No recuerdo en qué
situación aparecí en ese dormitorio, no se si me dormí, me desmayé o no se que
pasó. En el dormitorio seguía con capucha, y me dijo Foriche que como me estaba
haciendo la viva me iban a traer ‘al violador’. Después me entero que en ese
entonces había un paraguayo violador. Luego que me dice eso, entra Victorino
Vázquez, el Sub Comandante del Cuartel, y me manosea, y dice que no me va a
violar porque era un asco, estaba mugrienta que no le inspiraba nada, pero me
manoseó. Y ahí me dejan, hasta que después vuelvo a estar en otro despacho.
Oigo una voz que me dice que me saque la capucha que quería hablar conmigo por
las buenas, porque me conocía y sabía que yo podía razonar, me encuentro con
Enrique Burbaquis Brum, era Teniente de Reserva voluntario que había sido
compañero mío (…) en la Escuela Francia. Ahí adentro era conocido como "el
nazi" porque él pedía que lo llamaran así (…) empezó a decirme que tenia
que colaborar por el bien mío y de mi madre, que diga lo que sabía de mi
compañero y de todos los demás que estaban ahí, pero yo ni sabía quienes
estaban ahí conmigo (…) Después del interrogatorio con él me vuelven a poner la
capucha. Después de ahí me mandan a los plantones, un tiempo estuve en una
celda, vuelvo a las noches de interrogatorio, a los tachos, o a los bebederos,
eso era constante. Me daban café con leche con mucha azúcar, no recuerdo comida
sólida, y yo me acuerdo que pasaba vomitando. También fui víctima de la picana
eléctrica (…) El tacho consistía, en que me agarraban entre varios me daban
vuelta y me agarraban de los pies, me ponían la cabeza dentro de un tacho con
agua, siempre con la capucha puesta y atada. A mí me parecían horas, pero
supongo que era menos porque sino me hubiera muerto. Era agua con otros
componentes como excremento, vómitos, de todo. El bebedero era más o menos así,
en una de las vueltas me subieron con una roldana y me tiraron de golpe. Ahí
también con agua y todo eso. Recuerdo que había un tacho que estaba como en un
pozo, yo no veía nada pero sentía como que corrían una tapa y me ataron para
meterme ahí y me dijeron que me iban a meter en el pozo negro (…) Siempre me
sacaban al borde de la asfixia o ahogamiento. Yo temblaba del miedo, del susto,
del frío yo tenía 28 años. Luego me dijeron que para secarme me prendieron
fuego la capucha, me quemé las cejas, el pelo y lo más notorio era la nariz que
se me terminó infectando. Esa noche me llevan a enfermería y es la primera vez
que oigo voces de otras detenidas. En la enfermería habían varias que estaban
alojadas allí. Cuando me vieron pasar, se conmocionaron de verme así. El
enfermero Porto me hizo la primera curación (…) Después de eso me ponen
vendajes y una capa y me llevan para donde ellos llamaban ‘la glorieta’ un
enorme quincho con postes de madera, sin paredes, y habían puesto como paredes
fardos de alfalfa dejando una entrada bastante ancha donde entraban vehículos.
Ahí habían montañas de fardos que eran las camas. Los soldados que estaban ahí
me dicen que me acueste y ahí siento una cantidad de voces. Me dicen que me
saque la capa para acostarme a lo que les dije que no tenía ropa, y eso fue
pánico porque una mujer desnuda no podía estar con presos hombres. Porto me
trajo un pantalón de militar y con eso me acosté. El que estaba al lado mío me
preguntó por qué tenía la cara vendada, y me dijo que era Héctor De
Giovanángelo al que yo no conocía. Después me entero que varios de los que
estaban ahí eran docentes míos y estudiantes de medicina como yo. Estaba el Dr.
Omar Etonera que falleció hace unos años, estaba también Berdiel profesor de
cirugía, Leal, Jorge Dubra que era cardiólogo, Ruben Laiño, D'Este y Esperón,
todos eran médicos. Daniel Castro que yo no conocía también era uno de ellos.
En la Glorieta estuve hasta agosto, y bajaron un poco las revoluciones, los
interrogatorios no eran todo el tiempo, después vino el 18/5, el 26/7, el 9/8
que eran fechas en las cuales pasaba algo afuera y venían las represalias. El
26/7 muere el hermano del Goyo Alvarez lo cual fue una locura generalizada en
el cuartel, vino el hijo ("Toby" Alvarez) y nos pateó y nos hizo de
todo a todos. En esa época habían mucho más detenidos nuestros, y dijo que por
cada militar muerto iba a matar a cinco de nosotros, pide a cinco voluntarios.
Nos golpeaban con palos. No hubo cinco voluntarios y entonces nombraron a los
hermanos Iribarne que eran dos funcionarios del Ministerio de Defensa, los
nombran a ellos dos, al otro que se llamaba Carlos Amoroso y a Gracia Dri y a
mi para ser fusilados. Primeros empiezan a tirar con los fusiles y como era
techo de quincho era una locura, todo el mundo gritaba. Yo veía los fogonazos
por arriba de las vendas. Nos sacan a los que íbamos a ser fusilados, empezaron
a decir ‘apunten, disparen’ y disparan para abajo. Gracia Dri se desmaya, y
como los demás oyen la caída empiezan a llorar y gritar. Uno dice ‘recojan los
cuerpos y métanlos para adentro’, y cuando a mi me tiran para adentro yo grito
‘no es verdad, estamos vivos’ y ahí me llovieron las patadas. No estábamos
atados. Durante el día estábamos sentados y a la noche acostados, en algunos
momentos nos permitían pararnos y caminar alrededor de los fardos. Los
militares con los perros siempre. Los plantones podían llegar a durar toda la
noche. Las piernas abiertas y separadas, con los brazos para atrás a la altura
de la nuca o contra una pared que uno quedaba bien lejos, tocando con las manos
en la pared. Si alguien se salía de la posición nos golpeaban (…) En la
Glorieta me tuvieron hasta agosto, luego habían construido un Barracón (…) Los
soldados nos decían a veces ‘guarda que viene Grajales’ o cosas así, porque
ellos en momentos nos dejaban descansar. Los oficiales entre ellos se cantaban
‘yo no fui, fue Orlando’ y todo así, iban dando los nombres. Después
confirmamos todo porque un tiempo más adelante fueron detenidas Mercedes
Domínguez y Rosario Pachiarotti, que eran de Tacuarembó, el padre de Mercedes
era el Comandante del Cuartel de Tacuarembó, ahijada de Gregorio Álvarez,
Rosario era la sobrina de Hugo Medina. Eran las niñas del cuartel que conocían
a todos, las detienen luego en el Sexto de Caballería y ellas decían allí
detenidas los nombres de ellos (…) Por ellas supimos los nombres de Victorino
Vázquez, Grajales, el Capitán Arocena, los Alférez Flores, Rodríguez, los Tenientes
eran Orlando, Foriche, Cooper quien en un momento que me interroga me saca la
capucha (…) le reconocíamos las voces ‘ves que vino Orlando y te dio tres
patadas’, y ellos mismos se jactaban e iban nombrándose de la participación que
habían tenido (…) El médico que estaba en el cuartel no recuerdo el nombre pero
lo vi cara a cara porque era quien me controlaba la nariz, era corpulento,
rubio, con pinta de alemán, pelado, muy seco, no hablaba casi”. Luego,
preguntada de todos los militares que nombró, cuáles tuvieron mayor
participación en las torturas, respondió: “Grajales, Forische, Julio Orlando y
el Alférez Rodríguez. Le llego a ver la cara a Forische y Orlando los veo
cuando me prenden fuego la capucha porque desaparece la capucha, y se que eran
ellos por todo lo que dije antes, conviví mucho tiempo con ellos. Además
Burbaquis que era un reservista, también muchas veces nos nombraba a los
militares (…) En setiembre me llevan para el Noveno de Caballería, habían hecho
un Barracón y de vez en cuando nos llevaban al cuartel de origen. Me llevaron a
Juez Militar, dije que no iba a declarar porque yo no pertenecía a la Justicia
Militar sino a la Civil y ahí por ejemplo me llevan de nuevo al Sexto. Después
me llevan de nuevo al Noveno. Luego va Maraboto al Noveno a interrogarme y me
niego a declarar. Yo estaba esposada, encapuchada. Días después me llevan al
Juzgado y ahí apareció mi primo como abogado quien me dijo que si yo seguía con
medidas prontas de seguridad eso iba a ser eterno, que aceptara un
procesamiento por la justicia ordinaria. Me procesan por el delito de
Asistencia a la Asociación (…). Cuando me procesan yo ya estaba en Pta. de
Rieles, allí me trasladaron el 16/1/1973. Ese Penal se inauguró como
consecuencia del vaciamiento del Noveno de Caballería, ahí estuve hasta el
1974, con libertad judicial pero retenida por Medidas Prontas de Seguridad,
luego me llevaron al Km. 14 donde están los Tres Batallones, antes de Villa
García. Nunca tuve una condena. Luego Amnistía Internacional hizo una campaña a
mi favor, por mi y todas las ex alumnas de las Dominicas. El grupo que tomó mi
caso me mandó abogado francés el cual vino a Uruguay y entre él y mi primo
lograron que me dieran la opción de salida del país. Esto fue en diciembre
1974. Viajé a Francia ahí mismo (…) además estando en el Batallón presencié las
torturas que sufrió Juan Angel Urruzola, le hicieron submarino eléctrico, lo
ataban a los caballos y lo arrastraban desnudo por el campo. Yo lo pude ver
porque me sacaban la capucha a propósito para que yo presenciara las torturas
hacia él. El sufría de un soplo cardíaco. Yo a él lo conocía del barrio, era 8
años menor que yo”.
Por su parte, Asdrúbal Pereira expresó: “después de darme a la fuga
estuve como clandestino en mi país un tiempo, un año, me fui del país el 24 de
diciembre de 1974 y retorné al mismo en 1985, porque no fui amnistiado. Mi
estado de salud con posterioridad a la fuga seguía siendo delicado (…) por uso
de documento público falso, autoevasión (por haber estado en la fuga de Punta
Carretas), atentado a la Constitución en grado de conspiración seguido de actos
preparatorios, me habían adjudicado cuarenta y cinco años de condena (…) En
cuanto a la picana quiero agregar que habían de dos tipos y se me aplicaron
ambas: la eléctrica (un circuito con dos pinchos, conectados a un enchufe) y la
otra era el magneto (un aparato generador de corriente, que es a manivela, eso
genera corriente de alto voltaje -aún me parece escuchar el zumbido que
producía- y lo conectaban al cuerpo). Con el teléfono nos conectaban los
cocodrilos (polos de batería) y la cabeza era lo que cerraba el circuito (uno
veía todo negro y el dolor era insoportable (…) muchas veces provocaba el
desmayo y se pierde la noción del tiempo y la sensibilidad. Primero se empieza
con calambres y temblores, hasta que llega a un punto en el cual ya no siente
nada y es allí cuando los militares paraban los métodos y lo dejaban a uno en
recuperación tirado en el pedregullo. Además el cierre del cocodrilo en las
manos es dolorosísimo. En una oportunidad me obligaron a permanecer sentado
encima de un hormiguero de hormigas rojas, atado de pies y manos en posición
fetal, si intentaba moverme venían y entre tres o cuatro me volvían a poner en
el mismo lugar (…) tenían un límite preestablecido para aplicar cualquiera de
las dos picanas, si se pasaban de ese límite provocaba la muerte, en muchos
compañeros provocó infartos, incluso antes de ese límite que ellos manejaban,
incidiendo la edad, el estado de salud y fortaleza natural. En dos meses me
dejaron bañarme una vez sola, para interrogarme (hicieron que un oficial se
bañara conmigo, haciéndose pasar por un compañero). Esta situación provocó que
me llenara de hongos en el cuerpo. Tenía heridas abiertas en los testículos, a
esto se le sumaban los hongos. Cuando me obligaron a presenciar la violación de
una mujer, cuyo nombre me lo reservo, los violadores fueron: Gilberto Vázquez y
Tobi Álvarez (sobrino del Goyo), se que fueron ellos porque los conocía del
aislamiento. Los que me pegaban, me tenían colgado y me interrogaban a la vez,
presenciaron la violación eran (los que reconozco, había más gente): Foriche,
Flores y Orlando (…) algunos de los guardias que me custodiaban me decían los
nombres de los oficiales. Al momento de la violación de la compañera yo ya
sabía quiénes eran, porque en mi mente revisaba situaciones, voces, caras y
datos que me proporcionaban oí se le escapaban en conversaciones entre la
oficialidad o los soldados de tropa. A través de esas informaciones que me
llegaban tengo la exactitud de quienes eran las personas que intervenían en las
sesiones de tortura (…) debe agregarse el hermano mellizo de Tobi Álvarez, cuyo
nombre desconozco (…) pude ver nítidamente el entorno fue en el ya mencionado
caso de violación y cuando fui a un careo (…) Ahí me sacaron la capucha y en el
entorno estaban Grajales y Vázquez, con la misma actitud agresiva y violenta de
siempre, y también habían soldados (…) pude ver compañeros en muy mala
situación, siendo torturados en ese momento. Cuando nos llevaban a presenciar
los sufrimientos de compañeros no nos sacaban la capucha, pero uno se daba
cuenta de quienes se trataban (…) Estuve a la intemperie atado a una tabla,
encapuchado, entre dos fardos de alfalfa, en la puerta de una barraca de
detención. Él lugar era un galpón grande, en cuyo interior yo no estuve, por
afuera sabía que habían hombres y mujeres (…) Pertenecía al Movimiento de
Liberación Nacional (…) Quiero hablar del entonces Teniente Flores, quien en su
juventud había estado enamorado de una compañera, la que se casó con otro, él
la ‘sacaba’ todos los fines de semana para mantener relaciones con ella, y la
‘devolvía’ los lunes. Eso era otra forma terrible de tortura psicológica y de
maltrato a las compañeras” .
Del mismo modo, Ana María de Marco señaló que estuvo detenida en el
Regimiento 6to. de Caballería: “Desde el 29 de diciembre de 1974 hasta un día
después del veintidós de febrero de 1975, el cuál no puedo precisar (…) El Dr.
Carlos Suzak, que fue el médico que me dijo que no estaba embarazada porque no
tenía panza, a mi juicio tenía un mes de embarazo al momento de ser detenida.
Cuando vi al médico estaba sin capucha” .
Asimismo, Jorge González Moure expresó que estuvo detenido en el
Regimiento 6to. de Caballería: “desde diciembre hasta casi principios de marzo,
siempre estuve encapuchado. En marzo de 1975 me trasladan al 5to. de Artillería
y ahí tengo mi primera visita familiar (…) ni mi familia ni amigos supieron
donde estaba detenido durante tres meses (…) Cada poco tiempo nos llevaban a un
vagón para interrogarnos, después nos bajaban a una barraca semi enterrada, de
noche nos despertaban y nos llevaban a interrogar, en la explanada de
pedregullo estuve desde el 17 al 24 de diciembre, de allí me llevaron al
intermedio donde estuve hasta marzo. Estuve los tres meses encapuchado, sentado
en un colchón que llevé desde mi casa cuando me detuvieron. Estuve los tres meses
sentado (…) El plantón era el ablande, después te hacían ver ‘cómo venía la
mano’ con preguntas, y de arriba del vagón te tiraban hacia el pedregullo con
las manos atadas atrás, le llamaban ‘el trampolín’, te paraban en el borde del
vagón y te pegaban desde atrás hasta el pedregullo. Todo esto ocurría dentro de
las primeras veinticuatro horas. De noche te seguían torturando, decían a quien
le hacían ‘tacho’, picana, etc. yo me acuerdo que tenía una sed bárbara, no me
daban agua, me ataron una capucha y me sumergieron en algo que sería una pileta
y ahí chupaba agua de la tela. Después te desnudaban, te esposaban y te tiraban
al suelo, te tiraban un balde de agua y te daban picana, a mi me dieron la
eléctrica y no podes ni identificar en que parte del cuerpo te la dan, solo
sentís la taquicardia y parece que el corazón te va a reventar. Esto te lo
hacen varias veces. Lo de la picana pasaba de noche, después de dártela te
dejaban tirado ahí, sabían que no ibas a poder ni pararte (…) cuando estaba
tirado en el pedregullo pude ver, a través de la capucha inclinada, que pasaba
Criado, quien me había ido a detener a mi casa. En la tortura nunca pude ver a
nadie (…) Por asociación subversiva, estuve cuatro años y cuatro meses preso”.
Luego, Perla Cohanoff relató: “yo estuve encapuchada siempre, tenía una
capucha encima de la venda que llevaba en la cara. Ahí empezaban con golpes, en
toda la cara, en todo el cuerpo, yo me veía y estaba toda azul de los
hematomas. Cuando recién llegué ya empezaron con golpes, picanas. Primero nos
pusieron en una especie de terraza, con piso de hormigón que estaba mojado, al
lado de ese lugar donde nos torturaban nos dejaban de plantón en una especie de
patio (…) En Caballería 6º (…) Casi siempre estuve en ese lugar donde estaba al
lado la explanada. Luego de varios días me llevaron al barracón con varios
compañeros (…) había una especie de pileta, era el mismo lugar donde nos
impartían la tortura, de ahí me sacaban para el patio de plantón.
Posteriormente, del barracón que es el segundo lugar donde estuve, recuerdo que
era un espacio grande con divisiones de madera, con colchones en el suelo, piso
de hormigón, al lado de eso estaba el baño (un espacio muy pequeño, teníamos
que hacer las necesidades con la puerta abierta y un soldado mirando) (…) La
sala de torturas quedaba arriba del barracón, no había que salir a la
intemperie para ir hasta allí (…) Nunca pude ver la cara de los torturadores,
porque tenía una venda y una capucha, en el barracón la capucha la aflojaban y
ahí algo se podía ver por debajo. Igual nunca pude ver caras, sólo oía voces
(…) sé que fui detenida por OCOA, supongo que en el expediente figura quienes
actuaron (…) en el barracón yo estuve al lado de Elena Zaffaroni, fue ella
quien me dijo que Luis Eduardo estaba detenido, que había caído ahí con ella,
eso fue en enero, los primeros días (…) estaba Isabel Vigna y hay más gente de
quien no recuerdo los nombres (…) en un momento determinado yo estaba en el
suelo y alguien me tomó la presión. No detecté la presencia de médicos (…)
Pertenecía al PCR y realizaba actividades gremiales en la Facultad”.
En el mismo sentido, Jorge Porley declaró respecto de las condiciones
en las que estuvo detenido en el Regimiento de Caballería N.º 6: “Del once
diciembre de 1974 hasta marzo de 1975. Estuve constantemente encapuchado, con
capucha cerrada. Cuando me capturan, inmediatamente me empiezan a patear y a
golpear, luego me esposan, me encapuchan y me sacan, subiéndome a un vehículo.
Me acuestan en el piso y me llevan a lo que después supe que era el 6to. Los
plantones eran bien abierto de piernas y con los brazos hacia arriba, había un
guardia siempre atrás, que si se te caía un brazo o te caías te golpeaba para
que te levantaras. Los aplicaban entre medio de interrogatorios, no eran
continuos, sin embargo yo estuve en la situación de interrogatorio y plantones
aproximadamente cuatro días, entre los cuales alternaban duras sesiones de
tortura. Los interrogatorios eran con picana eléctrica, siempre desnudo,
esposado de piernas y manos, tirado en el piso, me tiraban agua y arpilleras
mojadas por encima del cuerpo y ahí empezaban a aplicarnos la electricidad.
Eran muchos, escuchaba muchas voces, pasaban desde la risa (ellos disfrutaban
la situación) a ponerse muy violentos (física y verbalmente) (…) en la medida
que nos aplicaban esos métodos se perdía la noción de tiempo y espacio, sé que
hasta tuve un simulacro de fusilamiento. Cada tanto nos sacaban y nos dejaban
de plantón o tirados ahí, porque a veces no te daba ni para estar parados. Eso
calculo que ocurrió entre tres o cuatro días. A mi me dieron picana eléctrica,
palizas, patadas y plantón. Luego de esos días estuve encapuchado
constantemente, como en depósito, mal alimentado, a veces nos dejaban ir al
baño, a veces no, ya en ese lugar no recibíamos tortura (…) En dos
oportunidades me sacaron la capucha, una de ellas fue en la revisión médica. El
médico era Carlos Suzak, y habían otros militares, de quien si bien vi las
caras no supe sus nombres. Ese médico los asesoraba a ellos en medio de la
tortura. Yo la única cara que pude identificar fue la de quien me detuvo a mi,
era bajito, de bigote, sería el Capitán Glauco Yannone (…) Los médicos
indicaban a ver si el preso estaba en condiciones de seguir recibiendo tortura
(…) Yo me entero recién en febrero, cuando voy al Juzgado, que el cuartel era
el 6º de Caballería, yo la única referencia que tenía es que sentía un
ferrocarril que pasaba cerca. El lugar era una especie de subsuelo, un
barracón, que tenía una especie de pared que dividía dos sectores, de un lado
estaban las mujeres y del otro lado los hombres. En ese lugar estábamos en
depósito, yo vi que a algunos compañeros los sacaban a interrogar (…)
Entremedio había pasto o pedregullo, todo estaba cerca del barracón (…) El
patio del plantón se hacía en el predio donde estaban los vagones, se escuchaba
como torturaban a los demás, los gritos, cuanto uno estaba de plantón. De la
sala de torturas solo recuerdo sonidos, era un vagón, me di cuenta por el piso
de madera, pero nunca pude ver nada (…) Estando yo en el Sexto de Caballería,
en ese subsuelo, en depósito, me ponen al lado de Milton Guzmán, a quien yo
conocía, y él me comenta que estaba Luis González, que lo estaban torturando y
que estaba en muy mal estado”.
Del testimonio de Blanca Larriera resulta: “A Silveira (‘Pajarito’) lo
reconozco recién en el Penal de Punta de Rieles, asociando su voz y forma de
expresarse. A Gómez lo reconozco por escuchas, por referencias de los
compañeros, igual que a Suzak (…) A veces miraba por debajo de la venda, yo
tenía siempre venda, no capucha. A la única persona que logré ver de esta forma
fue a Cordero (…) Sentía los gritos de la tortura (…) Me dolían mucho las
piernas, no podía caminar, después me pusieron de plantón en un patio de
pedregullo en donde había un compañero que estaba ya allí, que se caía porque
estaba muy débil” .
Asimismo, Walter Bianchi interrogado sobre el período en que estuvo
recluido en el Regimiento de Caballería N.º 6, contestó: “Unos meses, a partir
de enero, no sé decir exactamente (…) me detuvieron en mi casa de madrugada,
tirando la puerta abajo (…) Yo tenía veinte años. Nos sacaron de la cama a los
golpes, así como estábamos. A mi padre lo encañonan delante mio, mientras a mí
me seguían golpeando. Mi padre pregunta donde me va a llevar y no le contestan.
Estaban vestidos con la ropa del Ejército. Cuando me sacan, esposado y
encapuchado, me tiran dentro de un camión cerrado con puertas de chapa, a lo
cual llamaban ‘ropero’, de ahí me bajan en el Sexto de Caballería y ahí empieza
el plantón (sin baño, sin agua, sin comida, en pleno verano). No sé cuantas
horas pasaron hasta que me llevan a un vagón de ferrocarril que era lo que
utilizaban como sala de interrogatorio. Me interrogan, siempre con golpes,
amenazas de muerte (…) me molieron a palos (…) plantón, picana y submarino (…)
Las preguntas giraban en torno a si yo militaba al PCR y con quien estaba
relacionado. En un momento me levantan la capucha y me muestran el organigrama
del partido con los nombres de los integrantes, ahí es cuando veo a Silveira
(cuya identidad conocí después) quien en ese momento se hacía llamar “Siete
Sierras”. Lo reconocí mucho después que salí porque vi su foto en la prensa.
Después me lo encontré en mi barrio, me mudé al Paso Molino y resulta que él
vivía en la calle Santa Lucía. Ahí nos encontramos y nos quedamos los dos duros
mirándonos porque ambos nos reconocimos, hasta que él reacciona primero y se
mete en una casa (…) me torturaron por el mero gusto de hacerlo (…) por
asociación subversiva, me procesó la Justicia Militar. Nunca llegué a tener una
condena, cuando pasé al Supremo Tribunal Militar me compurgaron la pena porque
ya estaba pasado de tiempo (…) Nosotros (el PCR) no éramos una organización
armada sino propagandística, solo nos dedicábamos a denunciar públicamente lo
que estaba pasando, la tortura y las desapariciones (…) En los plantones estaba
a la intemperie, en una especie de patio, con vagones (…) En un momento me
bajaron hecho pelota de la tortura y me tiran en un colchón del lado de las
mujeres, cerca de la guardia. En ese momento me levanté la capucha, porque no
estaba esposado, y ahí vi a las compañeras, que eran más de veinte. Enfrente
mío reconozco a Elena Zaffaroni y a Nora Roggeri Cauceglia (…) al volver de una
sesión de tortura, cuando reconocí ser del PCR, me depositan junto a los
hombres y ahí me levanto la capucha y ahí vi como a quince o veinte
compañeros”.
A su vez, Graciela Duarte Badiola denunció: “Yo lo que recuerdo es que
estuve dos meses encapuchada (…) por asociación para delinquir, me dieron tres
años y algo de prisión (…) en el Sexto de Caballería estuve siempre
encapuchada. Pero recuerdo que era un barracón, con colchones (…) Por debajo de
la capucha veía los pies de los compañeros que pasaban al baño (…) Alrededor
habían vagones que oficiaban de sala de torturas, a los cuales subíamos por
escaleras, a empujones o a los golpes (…) Nunca pude ver la cara a ningún
militar. Al Sargento Felliú lo veía haciendo esfuerzos a través de la capucha
(…) el médico era Suzak (lo deduje después), ellos me trataron por los oídos y
el intestino. Se nombraban sólo por Oscar, después supe que eran los de la
OCOA. Habían gritos o llamados que nombraban a Grajales, inclusive en momento
de la tortura, no se distinguía bien, habían gritos de niños y música (…) Yo
tomo conocimiento de los nombres de los implicados con posterioridad. Cuando
fuimos del Quinto de Artillería al km. 14, recuerdo a Glauco Gianone por sus
características físicas (era bajito) y porque cuando entró lo hizo con un grito
enorme. Creo que a él le decían Isidorito, por los relatos de mis compañeros
creo que estuvo en mi tortura, pero yo no lo vi (…) Una vez que me tiraron,
luego de la tortura, en el mismo colchón que Elena Zaffaroni, ella me preguntó
quien era y me dijo que tenía puesta la camisa del ‘Chiqui’ y que decían que él
se había escapado (…) Yo militaba en el Partido Comunista Revolucionario y en
el gremio bancario (…) A Gianone lo recordé porque enseña en la escuela militar
en la actualidad. Yo los fui identificando después”.
Del mismo modo, Ángela María Baubeta García señaló: “me fueron a buscar
a casa de amigos que no tenían compromiso político. En los interrogatorios los
militares me decían que mis amigos estaban colgados en el patio, lo cual nunca
les creí. Con los años me enteré que ellos si estuvieron detenidos, rodearon la
cooperativa (donde vivían en Florida), el ejército los llevó detenidos al
cuartel, al Sexto de Caballería, y los hicieron escuchar mis gritos, los
tuvieron vendados de plantón, escuchando. Les preguntaron por mí, si sabían si
yo tenía militancia política y después los repartieron en vehículos por
distintos lugares de la ciudad de Montevideo”. A continuación agregó que estuvo
detenida en el Regimiento de Caballería N.º 6 “desde el 15 de diciembre de 1974
hasta febrero de 1975 (no recuerdo el día exacto) cuando nos trasladaron al
Quinto de Artillería (…) El hecho de desnudarnos allí en el Cuartel nos hacía
desvalorizar totalmente. Ellos intentaban desmoralizarnos, decían que había
compañeros que nos habían vendido, insistían en quebrarnos la autoestima, en
desmoralizarnos. A veces sabían cosas e igual las preguntaban, mediante
tortura, para quebrarnos, eso queda marcado para toda la vida (…) me dieron
asociación para delinquir, cinco años y medio de prisión (…) Estuve
encapuchada, recuerdo unas escaleras, por las que nos arrastraban (…) Estuve en
un lugar que después supimos que eran vagones (…) Después estuvimos todos
juntos en un barracón. Me tiraron en un colchón y estuve con una compañera
allí. Todo el tiempo se escuchaban ladridos de perros (nos amenazaban con
tirarnos a ellos) y los gritos de los compañeros (…) Cuando me empezaron a
torturar me sacaron la capucha en un momento para mostrarme los instrumentos,
entre ellos la picana. Después me la volvieron a poner. Cuando estábamos en el
barracón, en el mes de enero, me cambiaron la capucha por una venda, mientras
esperábamos a ser llevados al Juzgado. Ahí pude ver la diferencia entre las
botas de Caballería y Artillería. Las de Caballería eran botas largas casi
hasta la rodilla, y las de Artillería eran más cortas y acordonadas adelante
(…) En el Penal de Punta de Rieles (…) cuando fueron el Teniente Echeverría y
Glauco Giannone, me pareció que ya los conocía del Sexto de Caballería, de los
interrogatorios. Me di cuenta por la voces, además sentí mucho miedo (…) En mi
casa también me torturaron (…) El Archivo General de la Nación nos confirmó que
era la OCOA y el Sexto de Caballería quienes nos detuvieron e interrogaron. Era
muy difícil, para el resto del personal militar, haber estado en ese momento en
el Sexto de Caballería y no haberse enterado de lo que sucedía dentro. Los
gritos se escuchaban de todos lados (…) yo salí con quemaduras en los senos,
tobillos, brazos, también llena de moretones por los golpes de la cachiporra
(…) Yo formaba parte de un partido político legal hasta la Dictadura, el PCR.
Mi actividad se limitada a lo sindical y a recoger finanzas para el partido y
repartir el periódico en sindicatos. Nunca jamás participé de una lucha armada
y no estoy de acuerdo con la misma (…) Ellos mostraron una crueldad impensable
y desmedida, es imposible imaginarse que un ser humano es capaz de hacer algo
así. Estar ahí con esos monstruos, sentir lo que hicieron es algo impensable,
siniestro”.
Por otro lado, María Mercedes Xavier de Mello Ferrand interrogada por
el período que permaneció detenida en el Regimiento de Caballería N.º 6,
contestó: “Desde el 12 de diciembre de 1974 a los primeros días de marzo de
1975 (…) por asociación subversiva, la condena fue de tres años y diez meses,
salí con libertad anticipada a los tres años (…) En el Sexto estuve primero en
vagones, que era donde nos interrogaban, nos sacaban a lo que llamaban Plaza de
Armas, después a una caballeriza. Estábamos en condiciones infrahumanas
encapuchadas (…) Estábamos en colchones, donde pasábamos el tiempo sentados.
Nos llevaban a un baño que no tenía puerta y entraban con nosotros, nos
vigilaban (…) nos enterábamos a quienes sacaban para la tortura, todos
participábamos de la tortura de todos, escuchábamos las amenazas que le decían
al que sacaban para la tortura. Ellos mencionaban el nombre de la persona que
sacaban para torturar o mencionaban algunas características físicas, de ahí
saqué conclusiones de quienes estaban detenidos conmigo. De ahí supe que
estaban con Elena Zaffaroni, Perla Chanoff, Nora Roggeri, Isabel Vigna,
Margarita Lagos, Graciela Duarte; a los compañeros varones no los conocía, pero
por referencias supe que estaban (…) Cuando cayó mi compañero los militares me
informaron, me dijeron que había caído, yo no les creí y ahí me lo mostraron.
Fue una de las dos únicas veces que me sacaron la capucha (la otra fue al
hacerme la ficha médica) y pude ver al interrogador que, posteriormente creo
haber identificado como ‘Pajarito’ Silveira, puesto que él hacía rondas por el
Penal de Punta de Rieles y allí supimos su nombre (…) el médico que nos revisó
fue Carlos Suzack. En ese momento nos sacaron la capucha (dentro del vagón que
oficiaba de consultorio) por eso pude verlo y saludarlo, puesto que lo conocía
(…) Lo que escuchábamos permanentemente eran sobrenombres: Oscar Uno y Oscar
Dos (…) Era el médico que nos veía y quien asesoraba cuando seguir torturando y
hasta cuando no. Elena lo vio en los últimos días de Luis Eduardo, este estaba
muy lastimado, y también vio a Suzack (…) Era estudiante del IPA y mi
militancia se redujo a la agrupación estudiantil Patria Nueva y dos o tres
meses en el PCR.
Asimismo, Carlos Raúl Bastos relató que estuvo recluido en el
Regimiento de Caballería 6º: “Desde diciembre de 1974 a mayo de 1975 (…) por
asistencia a la asociación subversiva. La condena era de dos a ocho años. Yo
estuve hasta el diez de julio de 1978 (…) Estaba siempre encapuchado (…)
inmediatamente me torturaron y perdí el conocimiento (…) estuve en un vagón, lo
reconocía por el piso de madera, además había que subir (…) Cuando estuve en el
barracón estaba con otra gente, todos encapuchados. Veía a través de la capucha
que había mucha gente, para ir al baño había que recorrer una distancia y nos
trasladaban los soldados (…) No pude identificar a nadie porque siempre estuve
encapuchado (…) A pesar de que ya tenían la información continuaban con los
apremios. Yo estuve varias veces fuera de tiempo y espacio, inconsciente. No sé
ni en qué condiciones me llevaron al Hospital Militar, recuerdo estar
consciente cuando me dieron el alta del Hospital (…) Yo tenía militancia
gremial en el Centro de Estudiantes de Arquitectura, en la agrupación Área
Tres, también tenía amistad con gente del PCR pero no militaba allí, solo alojé
a militantes de ese partido y tenía material del partido, el cual fue incautado”.
A su vez, Uberfil Martínez declaró: “por asociación subversiva. Estuve
detenido hasta el veintinueve de agosto de 1978 (…) Cuando me interrogaron me
golpearon con el puño, me patearon. Estaba permanentemente encapuchado.
Recuerdo que me llevaban a un patio de pedregullo, donde sufría los plantones
descalzo, me hacían sostener los zapatos en las manos con las piernas abiertas
y los brazos horizontales durante muchas horas. Si perdíamos la postura nos
gritaban, nos golpeaban en la espalda con bastones o insultaban. Sé que no
estaba solo en ese patio, había otros compañeros y compañeras, porque hubieron
comentarios que quedaron grabados, por ejemplo: ‘Que abra bien las piernas esa
mujer, la cotorra bien al aire’. Creo que eran oficiales quienes gritaban (…)
Se sentían gritos de diferentes compañeros a todas horas del día. Puntualmente
yo fui golpeado, no recibí picana pero si submarino, me metieron la cabeza en
un tanque, encapuchado (…) estaban recluidos allí, como ser Julio César Romero
(mi vecino), Jorge Lembo, Jorge González, Carlos Molina (compañero de trabajo
de la FUNSA), Washington Fernández (quien fue mi compañero de Liceo Ocho) (…)
yo nunca logré identificar a nadie (…) Yo integraba la agrupación gremial Trece
de Agosto (de FUNSA) la que era patrocinada por el PCR. En el Liceo Ocho
formaba parte de la Agrupación Roja, también patrocinada por el PCR, aunque no
era lo mismo que ser miembro del partido. No tenía militancia política en
sentido estricto”.
Del mismo modo, Graciela Souza expresó que estuvo en el Regimiento 6to.
de Caballería: “Desde el 30 de diciembre de 1974 hasta febrero de 1975, que fue
cuando nos trasladaron a todos al Quinto de Artillería (…) por asociación
subversiva, permanecí recluida hasta marzo de 1978 (en Punta de Rieles), que
fue cuando recupero la libertad (…) Una noche me ordenaron que saltara, pensé
que había un pozo y me negué, me empujaron y caí ahí nomás, al pedregullo del
patio, se mataron de risa al ver que tenía miedo. Era un piso alto donde me
subían, con escalera de madera y borde metálico. El patio de los plantones era
de pedregullo (…) a la derecha estaban los vagones y a la izquierda la pared
del galpón donde nos tenían después (…) Siempre encapuchada o vendada, esposada
no (…) A Gianone si lo pude ver por debajo de la capucha en el interrogatorio,
es un tipo bajito y lo tenía muy pegado (…) hay compañeras que reconocen a Echevarría,
a Cordero, al Pajarito Silveira. Yo también vi a Gianone en Punta de Rieles.
Ellos usaban seudónimos, cuando nos trasladan de San José a Montevideo pinchan
dos veces, en la segunda pinchadura se comunicar por radio y hablaban de Siete
Sierras (no sé a quienes se referían). Había también varios Oscar (…) Yo tenía
militancia estudiantil gremial, en el gremio de estudiantes de Magisterio, por
las Agrupaciones Rojas. Me reunía con el PCR a raíz de eso, pero mi militancia
era solo gremial” .
Por su parte, Eduardo Reyes manifestó que estuvo detenido en el
Regimiento Sexto de Caballería: “Desde el 15 e diciembre de 1974 hasta marzo de
1975 (…) por asociación para delinquir, la pena llegaba como a doce o tres
años. Yo estuve cumpliendo pena desde el quince de abril de 1975 hasta el seis
de setiembre de 1979 (…) la actitud del Dr. Suzack, él específicamente
‘autorizaba’ a los de la OCOA a seguir torturando, les decía cosas del tipo:
‘si, si le podés dar nomás’. Esto concretamente lo dijeron respecto de mi
persona, me sacaron de la tortura y me llevaron con el doctor, quien les
manifestó eso. Lo vi claramente, era un muchacho joven y rubio, se me quedó la
capucha en el forcejeo previo y por eso pude verlo. Con el correr de los años
pude saber su nombre, a través de otros compañeros. En esa mismo carpa, donde
vi al médico, pude ver a otros compañeros en muy malas condiciones. Era una
carpa como de circo, con ventanas, de lona verde (…) los apremios se hacían en
vagones. A la mayoría de los compañeros luego de la tortura los llevaban a una
barraca, pero a mí me mantuvieron en un vagón que oficiaba de calabozo, con
otro compañero más. Me llevaron ahí porque estaba muy mal de salud, hacía como
un mes que no comía. Ahí me suministraban inyecciones (…) Yo conté cuatro. Creo
que eran para tapar la vista desde la calle (…) Había material, o pedregullo
(…) Uno se usaba para la tortura, había otro que se usaba como oficina (…) En
el caso de Gómez, Echavarría, Silveira y Glauco Gianone, también pude verles
las caras, cuando en el Quinto de Artillería concurrieron a mostrarme unas
fotos a ver si reconocía a compañeros de militancia y brindaba información, es
ahí cuando me doy cuenta que se trata de las mismas personas que me torturaron,
porque reconozco las voces que había escuchado en las sesiones (…) Al momento
de la detención (…) en setiembre me había retirado de la militancia.
Anteriormente había sido militante estudiantil en el Liceo Zorrilla, pertenecía
a la agrupación roja, vinculada al PCR. Cuando caí realmente no tenía
información alguna” .
Luego, Elena Zaffaroni dijo: “por asociación para delinquir, la condena
fue de tres años y medio, fui liberada en julio del 78 (…) Cuando llegamos me
dejaron como aparte y fueron a buscar a mi esposo. Mis padecimientos físicos
concretos fueron los golpes, plantones y sesiones de picanas. Lo peor era la
presión psicológica, casi siempre me torturaban en frente a mi esposo (me
refiero a la aplicación de picana), eso lo sé porque le hablaban a él y me
hablaban a mí, le decían que me viera que viera lo que me hacían. A mí me
sacaron la venda para que lo viera a él ensangrentado, convulsionado después de
la picana, lo usaron a él y al embarazo de elemento de coacción psicológica. Me
decían que no me preocupara de mi marido (…) A partir del veinticinco de
diciembre los militares ya no me van a hablar más, ni me llevan para ningún
lado, ni me interrogan más, me dejaron en el depósito, permanentemente vendada
y tirada en el colchón. El día anterior (…) le habían propuesto a Luis Eduardo
canjear mi libertad y la de nuestro hijo por su colaboración (…) Estuvimos allí
conversando, los dos rodeados de militares, con las vendas puestas, tomados de
las manos, habremos estado diez minutos (…) me dijo que no le podíamos desear a
nadie que viviera eso. En ese momento intervienen los militares, que nos
gritan, nos separan y nos llevan al barracón, no vuelvo a tener noticias de él
(…) No tuve información, nadie lo vio después del veinticinco, pero hubieron
compañeros que, estando en el Sexto de Caballería me dicen que lo habían visto
en muy malas condiciones, imposible que se haya podido fugar (…) Me subían al
patio al plantón y a la sala de interrogatorios que era uno de esos vagones. El
barracón era un lugar grande, con piso de hormigón (…) Éramos muchos, a algunas
personas las fui reconociendo a lo largo de esos días (…) vi a uno morocho,
alto con el pelo para atrás, y nariz aguileña, que con posterioridad, a raíz de
un compañero que fue detenido por Criado, me dijo que este era Criado (…)
Cuando llego al Penal de Punta de Rieles, cada vez que cambiaba la guardia yo
pedía para hablar con el encargado (…) En uno de esos cambio vi a Echevarría,
le pregunté por Chiqui y me dijo que sabía lo que pasaba, que él había estado
ahí y que yo nunca iba a saber lo que había pasado, dejando atrás la versión
inicial de la fuga. Tuvimos una entrevista tensa, le dije que sabía que lo
habían matado, él me dijo que eso nunca se iba a saber, ni yo, ni mi suegra, ni
mi hijo ni nadie” y agregó sobre los autores de sus apremios físicos: “solo sé
que Giannone estuvo porque después fue encargado de detenidas en Punta de
Rieles y reconocí su voz, la que era inconfundible. Había un “Siete Sierras” y
los demás eran Oscar, pero no sé identificar. Había uno que me hablaba mucho, me
decía que tenía dos hijas (…) Pertenecía al Partido Comunista Revolucionario
(…) También quiero agregar algo sobre el médico. Siempre supimos que se llamaba
Carlos Suzacq porque una compañera lo conocía de afuera, él fue quien me hizo
la ficha médica. Posteriormente, realizamos una serie de averiguaciones que nos
permitió tener la certeza de que dicho médico vive y se domicilia en España” .
Por su parte, Nora Roggeri manifestó: “por asociación subversiva, luego
cambiaron la carátula por atentado a la Constitución y ahí cambió el rango
punitivo. Salí en el setenta y nueve del Penal de Punta de Rieles (…) Eran
condiciones de interrogatorio, de tortura. Estaba permanentemente encapuchada
(…) Cuando no nos estaban interrogando, permanecíamos parados de plantón en una
especie de patio, no se cuantos días duró esto. En ese período de
interrogatorio fue cuando llevaron a mi madre y la pusieron con los ojos
vendados en un vagón, me decían que si no reconocía pertenecer a un determinado
grupo político me torturarían delante de mi madre. En ese período fue también
que mandaron detener a mi padre delante mío (…) Respecto a los apremios
físicos, me hicieron submarino, golpes de puño en todas las partes del cuerpo,
y picana eléctrica por todo el cuerpo. La parte que más sufrí fue la de la
tortura psicológica. Me amenazaron que si no decía nada llevaban a mi madre y a
mi padre. Yo cumplí un período mayor de plantón, habrá sido como una semana, a
modo de ‘penitencia’. Cuando iba la OCOA (iban y venían frecuentemente), me
ponían un revolver en la sien y me decían que hablara porque sino disparaban,
me decían también que me iban encerrar en un calabozo lleno de ratas. Eso fue
durante ese período de plantón que estuve sola. Después pasé a donde estaban
los que ya habían sido interrogados, era una especie de barracón, con las
mujeres de un lado y los varones del otro (…) Permanecíamos encapuchados (…)
sentados sobre los colchones que estaban arrollados, y de noche, supuestamente,
dormíamos. Cada tanto, durante ‘el sueño’ sentíamos gritos o que subían
compañeros para interrogar, siempre dormíamos sobresaltados. Estando ahí abajo,
dos veces me subieron para interrogar, pero solo me amenazaron con seguir
torturándome. Me mostraron fotos y me pidieron información (…) durante el interrogatorio
me sacó la capucha el Teniente Silveira, conocido por ‘Pajarito’, quien se
presentó, me dijo quien era y empezó a decirme que si yo no aceptaba los cargos
iban a traer a mi madre, que yo decidiera (…) Silveira fue (…) quien puso la
ratonera en mi casa y se presentó a mis padres. También le vi la cara a
Yannone, que fue quien me fue a buscar cuando estaba trabajando en el Banco, en
esa oportunidad le vi la cara. A él le decían Isidorito y luego, lo vi en Punta
de Rieles, donde lo llamaban Capitán Giannone (…) Durante la estadía en el
Barracón Elena, quien estaba enfrente mío, con quien comunicábamos por señas,
utilizando los dedos, me dijo que estaba muy preocupada porque hacía dos o tres
días que no veía al ‘Chiqui’ y que la última vez que lo vio estaba muy mal.
Cuando fuimos al Juzgado, él no estaba en la lista (…) Era una militancia a
nivel gremial, en los cinco años de Facultad de Medicina y en el Banco muy poco
tiempo porque solo trabajé seis meses”.
Además, Margarita Lagos reveló: “Me detuvieron el 15/12/74 eran como
las dos de la mañana, yo vivía con mi madre y mi esposo en la calle Maldonado
1093 apto 11. Allí efectivos de las Fuerzas Armadas uniformados y algunos de
particular entraron violentamente, estábamos durmiendo y mi madre sintió que
golpeaban muy fuerte la puerta, cuando mi madre se levanta y va a abrir la
puerta ellos ya estaban rompiendo la misma. Fue todo un instante, yo no me
había dado cuenta de lo que pasaba hasta que entran como 5 adentro de mi
dormitorio. Pero los que entraron a casa fueron más. Mi hermano discapacitado
junto con mi madre fueron puestos contra la pared, le hicieron presenciar los
golpes, nos hicieron vestir a mi y mi esposo, y ahí cuando nos levantamos vemos
por una ventana armas, habían copado el apartamento de al lado supongo que para
evitar que nos escapáramos por la ventana (…) Nos retiraron a mí y mi esposo, a
mi madre la hacen sentar en un sillón mientras nos sacan, mi hermano queda
contra la pared con una crisis de nervios mientras un soldado lo sostenía. Ahí
nos llevan a un camión que estaba en la puerta (…) El camión tenía toldo. Nos
suben y había más detenidos ahí cuando subimos. Antes de salir de la casa ya
nos ponen una venda (…) Después nos llevan para un lugar que ignoraba al
principio donde era, después me di cuenta que era el Sexto de Caballería (…)
Tiempo después identifiqué Glauco Gyanonne que había estado en el operativo,
fue quien quedó frente a mi cara cuando me desperté, después lo volví a ver en
el Penal. Supe su nombre porque compañeros lo identificaron y afuera después
tuve un encuentro con él, porque posteriormente sin saberlo me hice amiga de su
tía, trabajábamos en el mismo barrio. Ella me contó todo, me dijo que no se
llevaba bien con su sobrino. Cuando ella falleció, yo fui al velorio y ahí
llegó él, lo cual me permitió confirmar absolutamente de que se trataba de la
misma persona que mencioné anteriormente (…) Me enteré que estaba en el Sexto
de Caballería por una boleta que encontramos una vez de una Farmacia. Decía
Cuchilla Grande porque todavía la calle no se llamaba José Belloni (…) recuerdo
que una vez más paró el camión. Habrían como 8 o 9 personas detenidas. Cuando
llegó al lugar siento como que se abre un portón, ahí nos tiran desde el camión
hacia el piso. Ahí mismo nos dejan de plantón. Ahí me separé de mi pareja (…)
De plantón habré estado como un día, parada con los brazos para atrás
extendidos, y con las piernas abiertas. Si perdíamos la postura nos pegaban.
Había un soldado que tiraba piedras a las mujeres en los genitales. En esa zona
había pedregullo. La percepción que yo tengo en ese momento era que era un
lugar cuadrado, cercado por vagones lo cual confirmé después porque pude verlo
días después cuando me llevaron a ver a mi esposo para que lo viera en qué
condiciones lamentables estaba. Después del plantón me llevan a otro lugar y me
interrogan, me ponen una capucha encima de la venda que ya tenía, por lo cual
era bastante difícil saber si era día o noche, me aplicaron picanas eléctricas
en los genitales, espalda, brazos, pies y manos, y submarino seco, jamás me
hicieron submarino mojado. El submarino seco consistía en la colocación sobre
la capucha de un nylon bolsa hasta que no podíamos casi respirar. En esta
primera ocasión me desmayé, lo cual me volvió a suceder días más tarde. Estos
apremios se sucedían antes del interrogatorio y después. La picana fue antes y
el submarino fue posterior. El submarino era porque yo no contestaba lo que
ellos me preguntaban, en realidad no contestaba porque no sabía lo que me estaban
preguntado. En este estado la declarante aclara que su militancia en esa época
era a nivel estudiantil en el Liceo Zorrilla, y estaba acercada con el PCR,
distribuía algo de publicidad pero muy poco (…) Después que me desmayo aparezco
en un colchón, tenía mucho miedo, escucho y siento que había más personas en mi
misma situación, los colchones estaban cerca uno de otro. En ese Barracón
estaba permanentemente con la venda y la capucha, dormía sobre una colchoneta.
Durante el día estaba sentada contra la pared, los colchones estaban
distribuidos contra los muros. En el cambio de guardia a veces podíamos
conversar con el compañero que teníamos al lado muy brevemente, ahí fue que
Elena Zaffaroni me dirigió la palabra para saber quien era yo. Del otro lado había
una compañera Yudith Leiton, quien falleció hace poco, era médica. Del Barracón
me llevaban a sesiones de interrogatorio y tortura.
Además del submarino y las picanas, nos golpeaban. Y en un momento
determinado dos de torturadores me eyacularon encima de mi cabeza, por eso hice
denuncia en Violencia Sexual. Me dejaron bañarme recién a fines de enero. Lo
único que comí era un vaso de leche con azúcar que nos llevaban de mañana. Me
acuerdo que tenía mucha azúcar. Plato de comida no vi por mucho tiempo. En el
barracón estuve vestida, en los plantones e interrogatorios y torturas antes
detalladas me desnudaban siempre con la capucha (…) En un momento que me
estaban golpeando, se me logra salir un poco la capucha pero no pude reconocer
a nadie porque enseguida que se dieron cuenta me la volvieron a poner. Una vez
me llamaron a ver a mi esposo que estaba en un vagón enrejado (…) me llevan
primero a una Oficina donde logro ver a Gavazzo, me empieza a preguntar y a
decirme que mi marido estaba loco y decía que me habían violado, me preguntó si
me habían violado, le dije ‘míreme’. Me habló como en una actitud muy paternal,
y ahí pide que me lleven. La noche que fui a la Inspección en el Cuartel
estando ya en mi casa se me volvió la imagen de su cara, era la cara de Gavazzo
actual pero mucho más joven. El nunca se presentó (…) Ellos se nombraban por
sobrenombres "Oscar 1, Oscar 2, Rojo 1, Siete Sierras, etc." que
después con el tiempo supimos que se trataba de Gavazzo, Cordero, Gianonne.
Además, como yo tuve oportunidad de ver allí adentro quien con el tiempo me
enteré que era Gavazzo, puedo decir que por la voz era una de las personas que
intervenían en las torturas y que cuando me llamó a la oficina obviamente
estaba en otro rol y con otra actitud. Puedo suponer que también un médico que
me atendió cuando me desmayé era Susak, porque era de la misma época de cuando
Mercedes estuvo también detenida y ella lo conocía porque frecuentaba su casa
(…) Habré estado como dos meses aproximadamente, hasta fines de febrero. Después
nos trasladan al Juzgado Militar, ahí estaba sin capucha. En el trayecto sentí
que comentaron que Luis Eduardo González, esposo de Elena Zaffaroni se había
fugado (actualmente desaparecido) y si bien yo no lo vi, mi marido (Eduardo
Reyes) me contó que estaba en condiciones que era imposible que pudiera haberse
fugado. Estaban ambos en el mismo Batallón. Luego del Jdo. Militar vuelvo al
Sexto de Caballería en las mismas condiciones anteriores y luego me trasladan
al Quinto de Artillería en la calle Burgues. Ahí nos ponen en celdas de a dos,
sin capucha. Ahí comí por primera vez y tomé contacto con mi familia (…) Me
condenaron por el delito de Asociación Subversiva. Me liberaron en Julio del
1979, me llevaron a Paso de los Toros donde me tuvieron un año (…) hasta Julio
de 1979 que me dan la libertad (…) Cuando estoy en Quinto de Artillería me
sacan una noche para interrogarme, luego me llevan al Km. 14 Infantería 1 en
Cno. Maldonado, ahí estábamos todas las compañeras procesadas y ahí nos
empiezan a llevar a Pta. de Rieles (Marzo de 1975), me ponen el Numero 210, me
llevan al Sector 10 (…) estaba el Comandante Cresci y Roberto Echevarría. En
ese momento aparece Roberto Echevarría, en ese momento Teniente o Capitán no
recuerdo, ahí empieza a venir todas las noches a la sala de castigo porque él
conocía a mi familia, era de Paso de los Toros donde yo había vivido. Me dijo
que no se había dado cuenta quién era yo hasta que vio a mi madre. Viene a
visitarme en una actitud amigable, me trae comida mejor de la que me daban
habitualmente y me dijo que él estuvo en el operativo y en el Sexto de
Caballería pero que no me había reconocido. A Elena Zaffaroni también le
admitió que había estado allí y había interrogado a su marido”.
No recuerdo
En las respuestas dadas por los militares al Fiscal Ricardo Perciballe hay una
constante: no recuerdan, no estaban en ese lugar o no pertenecían a
la OCOA
o al operativo que se les pregunta,
nunca participaron de las torturas y no saben por qué tantos testimonios sueltos los ubican
en los mismos lugares.
El Fiscal Perciballe apunta
que en el caso de Gustavo Criado
“admite que participó en la lucha antisubversiva, efectuando detenciones en la
ciudad de Mercedes, al punto que fue objeto de un atentado y de su legajo surge
que estuvo destinado a O.C.O.A. desde el 19 de noviembre de 1974 al 31 de enero
de 1975, organismo que intervino en la detención de los militantes del P.C.R.
denunciantes en autos.
Además, resulta anotado en su legajo que entre el 1º.12.1973 y el
30.11.1974 desarrolló Operaciones Antisubversivas acordes al Decreto del Poder
Ejecutivo de 9 de setiembre de 1971”.
La resolución
Ante el cúmulo de hechos la jueza Sra. Silvia V.
Urioste Torres resolvió: “Téngase por expresado fundamentos del auto
1000/2023 y, en su mérito, decrétase el PROCESAMIENTO Y PRISIÓN de GUSTAVO
CRIADO CARMONA, GLAUCO JOSÉ YANNONE DE LEÓN, ALEXIS ROBERTO GRAJALES DE
OLIVEIRA, JORGE SILVEIRA QUESADA, ARTIGAS GREGORIO ÁLVAREZ NIETO y WALTER
FRANCISCO FORISCHI FERRARI, imputados de la comisión, en calidad de presuntos
autores penalmente responsables de REITERADOS DELITOS DE PRIVACIÓN DE LIBERTAD
ESPECIALMENTE AGRAVADOS Y MUY ESPECIALMENTE AGRAVADOS, EN RÉGIMEN DE
REITERACIÓN REAL ENTRE SÍ Y, EN CONCURRENCIA FUERA DE LA REITERACIÓN CON
REITERADOS DELITOS DE LESIONES GRAVES Y CON REITERADOS DELITOS DE VIOLENCIA
PRIVADA ESPECIALMENTE AGRAVADOS y, en su mérito, desestímase las oposiciones
formuladas por la Defensa”.